«No hay fuente de trabajo, lo único que teníamos era lo que nos han robado», dice desde su humilde casa en medio de cañales y a la par de un río, Rosalío Henríquez Beltrán, de 56 años, junto a su esposa y sus tres hijos, entre ellos, un bebé de ocho meses.
«Con la lechita que nos ha dado el gobierno logramos que los niños se alimenten», responde al explicar que no cuenta con ingresos por no tener un empleo, ya que su único a trabajo ha sido cosechar caña en los terrenos de la cooperativa Escuintla que han sido «robados» por dos ingenios azucareros.
«Nosotros peleamos por lo nuestro, son patrimonio de nuestros hijos, no tenemos ni para mandar a estudiar a un hijo a un lugar privado, mucho menos tenemos para comer, no hay fuente de trabajo, lo único que teníamos era lo que nos han robado», dice el socio de Escuintla.
Henríquez Beltrán cuenta que algunos días no tienen que comer él y su esposa, pero que con «la ayuda de Dios», destaca, sus hijos siempre comen.
«Es lamentable que estemos así por estos empresarios que, de la manga de la camisa, ellos se sacan que son los legítimos dueños», cuestiona.
«Queremos pedirle al presidente de la República y al fiscal General, Rodolfo Delgado, para que tome acción, tome carta en este proceso, porque nosotros cada temporada que viene de zafra de caña nos vemos afectados», añade.
El agricultor es parte de los miembros de la asociación que se mantiene día y noche bloqueando el paso a las maquinarias de los ingenios a los que acusan de robarles sus tierras.
«Nosotros hemos tocado la acción de bloquear y evitar también la corta de caña porque el lugar donde está es de la cooperativa Escuintla. No, nos vamos a mover hasta que se dé una resolución, que la Fiscalía haga la investigación», dice el agricultor.
«Solo nosotros sabemos cómo hacemos para comer»
Por más de 15 horas, María Navarrete, de 59 años, socia de la cooperativa Escuintla pasa de pie diariamente en el lugar donde ella y los demás integrantes de la asociación han bloqueado el paso a las maquinas de dos ingenios azucareros.
«Estamos en la lucha que algún día nos devuelvan las tierras. Esta es herencia de mi padre, él envejeció y murió acá, aquí dio su vida. Estamos en la lucha de lo que nos pertenece», asegura Navarrete.
La señora contó que desde que inició el problema de la usurpación sus problemas económicos aumentaron; no tiene trabajo, le cuesta conseguir alimento para sus dos hijos.
«El de allá arriba nos bendice, nos toca traer frijolitos, huevito duro. Solo nosotros sabemos cómo hacemos para comer, cuando hay hay y cuando no pues ni modo», dice conforme.
Navarrete es otra de las socias que esta dispuesta a no moverse de la zona hasta que las autoridades les resuelvan la situación legal de las tierras.