Fiel a su tradición autoritaria, las candidaturas en la alianza opositora no fueron electas bajo el consenso de la mayoría de sus integrantes. No es que siquiera hayan contemplado la idea de someterse al escrutinio popular, sino que una parte de ese popurrí de grupúsculos que conforman el minúsculo porcentaje de detractores del presidente Nayib Bukele decidió que llevar a un militar que formó parte de ARENA y a una activista de izquierda vinculada a una de las cinco organizaciones de la exguerrilla del FMLN era la mejor fórmula posible.
Luis Parada y Celia Medrano sintetizan las negociaciones entre ARENA y el FMLN y revelan el nivel de profundidad de los acuerdos que siempre han tenido estas agrupaciones, que se presentaban ante el gran público como antagonistas pero que, en la práctica, eran socios para la administración de un corrupto sistema político.
Fue uno de los apéndices de ARENA, Nuestro Tiempo, el que afilió a los candidatos para que el resto de los integrantes de la alianza se sumara a la campaña. No fue que la imposición fuera descartada, sino que la filtración de las negociaciones y acuerdos no sentó para nada bien, porque expuso al desnudo el nivel de coordinación y los planes de los dirigentes de estas agrupaciones, creando contradicciones con unas bases que seguían creyendo el cuento de la polarización entre izquierda y derecha.
Para algunos miembros de esta alianza, revelar los acuerdos les supuso problemas económicos. Al menos esa fue la excusa de la UCA para pedirle la renuncia a una de sus docentes que participó en las negociaciones y las hizo públicas. A Julia Évelyn Martínez la purgaron de la UCA no por su mal desempeño como docente universitaria, sino por confirmar que las pláticas se hicieron en las instalaciones de la casa de estudios, cuyas autoridades querían mantener en secreto para no afectar la matrícula de nuevos estudiantes.
La imposición, que llegó sin transparencia, chocó en contra de un muro de intereses dispersos. Como dice Martínez, la oposición no tiene la decencia de aceptar las pláticas, por lo que demuestra que no tiene la capacidad de mostrar una propuesta sensata de cara a la población.
El pueblo salvadoreño tiene claro que con el presidente Bukele se están implementando los cambios que la vieja clase política nunca quiso hacer. La guerra contra las pandillas ha traído seguridad y tranquilidad, pero también ha sentado las condiciones para el desarrollo económico. Y esa es una plataforma política que verdaderamente le conviene a El Salvador.