Las organizaciones terroristas, conocidas como pandillas, lanzaron una brutal ofensiva en contra del pueblo salvadoreño y, en apenas unas horas, se llevaron la vida de decenas de personas a las que torturaron de formas innombrables o mataron al azar. En respuesta, el presidente Nayib Bukele llamó de emergencia al Gabinete de Seguridad para analizar las razones de la masacre y tomar medidas para detenerla.
Producto de estas reuniones, el mandatario le solicitó a la Asamblea Legislativa que declarara el estado de excepción para darle más herramientas a policías, fiscales y militares para derrotar la ofensiva terrorista. El despliegue de las fuerzas de seguridad por todo el país llevó a la ejecución de múltiples operativos para golpear a las estructuras criminales al capturar a cabecillas y ejecutores. En unas horas, casi un millar de pandilleros habían sido capturados.
En esos operativos, las fuerzas de seguridad han descubierto armas, drogas, planes para cometer delitos, incluso altares profanos dedicados a la adoración de fuerzas oscuras.
En paralelo a la búsqueda y la captura de delincuentes en calles, barrios, colonias, cantones y caseríos, se decretó máxima emergencia en los centros penales para restringir aún más a los pandilleros recluidos, pero que mantienen lazos con los criminales que todavía están en libertad. El presidente Bukele anunció que, a pesar de que ahora hay más prisioneros producto de la efectividad de los operativos, no se reforzará el presupuesto de alimentación y se racionará la comida para que alcance para todos.
Los defensores de las pandillas protestaron por las «atrocidades» del Gobierno y la «vulneración de los derechos humanos» de los criminales. Para ellos es más importante un asesino que una víctima, a pesar de que esta fue privada de la vida y sometida a vejaciones, torturas, violaciones y brutalidad. ¿Cómo puede existir una postura de esta naturaleza en la que se desprecia a la víctima y se protege al perpetrador?
El Gobierno ha hecho bien al ponerse del lado de los ciudadanos para defenderlos de los que no respetan la vida ni los otros derechos humanos. La defensa de los derechos de las víctimas es la guía de las acciones de las fuerzas de seguridad y repeler a quienes los ataquen es uno de los principales objetivos en estos tiempos convulsos.
Defender a los criminales bajo la excusa del cumplimiento estricto de los derechos humanos es olvidar que estos asesinos no respetaron la vida de sus víctimas. Bajo esta disyuntiva, nuestra posición es siempre estar al lado de las víctimas.