Recuerdo que la expresión «perseguido político» hace unos años era fuerte e impactante, tenía una connotación poderosa y básicamente se daba en contra de las personas que tenían como principal bandera la justicia, la equidad y la solidaridad por los demás. Y automáticamente se me vienen a la mente nombres ilustres, como Nelson Mandela, por ejemplo.
Hoy parece que su significado ha cambiado y dista mucho de la conceptualización que tengo de ella, y es que cuando en un juicio penal hay pruebas contundentes de que has creado una red para desfalcar el erario, es difícil creer que esa persona no es un delincuente, persona que ve como una solución autonombrarse «perseguido político».
Tal parece que el simple hecho de imputársele un delito a una persona ya la hace perseguido político, y es que un juez no tiene absolutamente nada que ver con una persecución política. El proceso penal en nuestro país es más que independiente. El juez, de acuerdo con sus conocimientos jurídicos, la sana crítica basada en la lógica y las máximas de la experiencia, toma una decisión valorando minuciosamente la prueba presentada con la finalidad de determinar si existe una acción u omisión típica, culpable, punible o antijurídica.
Es que en la coyuntura actual hay personas que quieren decir cosas falsas de otra o quieren cometer delitos sin tener ninguna consecuencia. Nuestro procedimiento penal pasa por «filtros» para verificar si es procedente o no la denuncia presentada, se estudia si está lo suficientemente robusta. No es antojadizo, no es por casualidad, no es aleatorio, no es como lo quieren hacer ver los «perseguidos políticos» de 2021, y es que es difícil de creer que una persona no ha cometido delito cuando es público un video con audio en el que claramente está delinquiendo y cuando más aún, confiesa, aceptando que sí lo hizo, siendo la confesión la reina de las pruebas. Cuando en un proceso penal se han estudiado cientos de documentos, horas y horas de testimonios declarando culpable a alguien que ni siquiera tuvo el valor para enfrentar las audiencias y se esconde detrás de una red social en otro país.
Los perseguidos políticos representan causas justas, de masas, son líderes natos; nada que ver con las características de los actuales «perseguidos políticos». Es como comparar el día con la noche, y es que el derecho y la litis en sí son un juego de ajedrez, con estrategias. No es posible tener las piezas de un solo lado del tablero o que existan piezas de un solo color.
Si a alguien se le ha acusado de un delito, pues tiene derecho a demostrar su inocencia en un juicio donde contará con todas las garantías procesales y constitucionales, pero si sale del país justo un día antes de que se dé un requerimiento en su contra, pues no se necesita de mucho para intuir que algo pasa.
En un Estado pleno de derecho como el que vivimos en El Salvador, nadie es culpable por el simple hecho de que se le impute un delito, el principio de inocencia que constitucionalmente nos arropa en ese sentido nos dice que una persona es culpable hasta ser oída y vencida en un juicio. Entonces, el que nada debe nada teme.