Cuando candidatos de ARENA se quejaron del retiro de una valla publicitaria que infringía la normativa sobre uso de la vía pública, el ministro de Obras Públicas, Romeo Rodríguez, les respondió: «El Salvador no es la finca de ARENA».
Lamentablemente, esa concepción oligárquica de los areneros que bien recordó el ministro no se resuelve con medidas tan simples como esa. Es que son incontables los bienes de todo tipo apropiados indebidamente por quienes, protegidos por los gobiernos de turno, han hecho suyo un patrimonio que es de todos los salvadoreños, enriqueciendo el futuro de sus herederos por generaciones.
En el pasado, cuando se instituían los Estados y se repoblaban los territorios, era habitual que las tierras se repartieran indiscriminadamente, a veces como un derecho adquirido por los conquistadores, otras como recompensa por servicios prestados. Lo cierto es que avanzado el siglo XXI en El Salvador prevalece la misma idea, solo que con el paso de los años el mecanismo se ha perfeccionado perversamente.
De esta manera vemos que el partido político ARENA —a instancia de cuatro mandatos al frente del Poder Ejecutivo y decenas de representantes en la Asamblea— ha conseguido modelar un Estado ausente en cuanto a las obligaciones con la ciudadanía, pero presente a la hora de asegurar privilegios para unos pocos.
Como si de la propia finca se tratara, se ignora a los habitantes sin respetar derechos básicos, se usufructúan indiscriminadamente los recursos naturales, como el agua, las costas, los minerales, incluso área protegidas, para beneficio propio. Se toma el dinero que es de la gente, sin remordimientos.
El alcalde Ernesto Muyshondt sube y baja a su antojo un pabellón nacional adquirido con costos risibles, que genera un contraste fuerte a la situación crítica que pasan los empleados de la comuna debido al incumplimiento en el pago de las retenciones a préstamos. Se permite ese gasto exorbitante solo porque sus asesores de campaña le aconsejaron esconder la bandera tricolor e identificarse con la azul y blanco. Conductas de una persona que ha aprendido a manejarse privadamente en cuestiones públicas.
Nos equivocamos si creemos que los expresidentes han sido libres para encaminar al Estado. Por el contrario, han sido obedientes servidores de los que mandan en el país. En estos días ha sido mencionado el exmandatario Francisco Flores a raíz de cumplirse el 20.° aniversario de aquellos terremotos, que habiendo causado una gran tragedia sumaron otra, la del desvío de al menos $10 millones que habían sido donados por Taiwán para asistir a las víctimas. Flores murió en medio del proceso y no hay condenados por el hecho. Más tarde, el diputado Norman Quijano afirmó que ese dinero era para ellos, ya que esa era la forma en que Taiwán recompensaba ciertos favores. El robo de la donación por los eventos de 2001 es un ejemplo claro de cómo los políticos han sido meros ejecutores de un mecanismo corrupto, al que los presidentes del FMLN también se han integrado, para gran decepción de la gente que creía en sus principios.
A medida que se avecina el 28 de febrero, día de la elección, y suben los niveles de la confrontación, hay hechos que vale la pena señalar. Partidos históricamente enfrentados como ARENA y el FMLN —para decirlo rápidamente, la derecha y la izquierda del país— han decidido unirse en un solo ataque para desprestigiar al presidente Bukele y a los candidatos de su partido Nuevas Ideas. En realidad, ¿qué otra cosa pueden hacer frente a un «outsider» del sistema que no puede ser sobornado ni ofrece sobornos? Complicar todo lo que pueden su obra de gobierno y desprestigiarlo es el camino elegido para sus campañas.
En segundo lugar, aunque no está aquí en juego la presidencia, en el contacto cercano con la población me he dado cuenta de que la percepción acerca de estos comicios es la de un paso trascendental para el desarrollo de nuestro país, ya que está claro que el Órgano Legislativo que hoy tenemos ha contribuido a conformar un entramado de privilegios que excluyen, por supuesto, a las grandes mayorías. Por eso hoy les decimos: El Salvador no es una finca.
Así como una cuadrilla del MOP desmonta pacientemente con sogas y arneses los carteles políticos que obstruyen la vía pública, los diputados que lleguemos a la Asamblea el 1.° de mayo desmantelaremos el sistema corrupto que mantiene al país en la pobreza desde hace 30 años.