El calendario religioso de nuestro país está constituido por fechas relevantes como parte de la tradición católica que desde la época colonial representa el credo principal de los salvadoreños. Esta devoción a su vez, toma forma a través de una serie de fiestas patronales que en honor a un santo constituyen un pilar de identidad para cada uno de los municipios, así como una muestra del patrimonio cultural inmaterial de la nación.
El patrimonio cultural inmaterial, según la UNESCO, está conformado por costumbres y expresiones vivas heredadas por nuestros antepasados y transmitidas de generación en generación. Esta definición incluye, las tradiciones orales, artes del espectáculo, rituales, festivales, conocimientos relacionados con el universo y la naturaleza, además de artesanías tradicionales.
Los festivales son parte de este patrimonio, su importancia radica en que, los ritos que conlleva, constituyen un momento especial en el calendario, de la cual participa toda la comunidad, esta va acompañada de música, bailes, trajes y personajes. En El Salvador, muchas de las festividades patronales están retratadas a través de danzas, las cuales podemos clasificar de diversos tipos: prehispánicas, coloniales o costumbristas.
La importancia de estos bailes radica en que son representaciones de un suceso a través del tiempo, a manera de una narrativa que se mantiene viva como parte de nuestra historia.
Una de las danzas más importantes es el baile de los Moros y Cristianos o de Los Historiantes, que recuerda las conquistas hispanas sobre los árabes en la península Ibérica. Esta danza aparece en el siglo XII, en el año de 1150, en la celebración del matrimonio de Ramón Berenguer, conde de Barcelona, y Petronila, reina de Aragón.
Aunado a lo anterior, se dice que es en la región de Andalucía donde más se popularizaron las representaciones en bandos de caballeros cristianos y moros en las festividades, de donde es posteriormente exportada a Latinoamérica en tiempos de la colonia, de allí su popularidad en países como México, Perú, Colombia, Honduras, Ecuador, Guatemala o El Salvador, en donde fue considerada como una danza que evocaba la conquista del Nuevo Mundo y la evangelización de los pueblos indígenas.
Es por ello que, esta danza la tenemos hoy en día en comunidades autóctonas principalmente, siendo en el caso de El Salvador: Panchimalco, Izalco, Tejutla, Nahuizalco, así como también en Ilobasco, Ciudad Delgado, San Martín o San Antonio Abad.
San Antonio Abad es un cantón ubicado en la falda del volcán de San Salvador, formado originalmente por habitantes de Cuscatancingo que migraron a sus laderas y cuyo reconocimiento como jurisdicción está fechado en 1903. Su extensión territorial abarcó inicialmente una gran parte del norponiente de la capital, la cual poco a poco se ha venido mermando por la construcción de diversas colonias, sin embargo, aún hoy en día se conservan vivas muchas costumbres, siendo la tradición del baile de Los Historiantes una parte importante de las fiestas patronales que se celebran cada 17 de enero, y de las cuales don Celio López se ha esforzado por mantener viva esta tradición y quien diseña las máscaras, coronas, turbantes, morriones, y cuanto accesorio es parte de estos coloridos trajes.
Cabe mencionar que además de Los Historiantes, San Antonio Abad cuenta con otras danzas como la del Torito Pinto, la Viejada del Correo y las Pastorelas, y otras más antiguas como la del Cuche de Monte y El Venadito, o la tradición del Centurión de Semana Santa, que al día de hoy ha dejado de representarse.
Según la investigación titulada: «Análisis semiótico de máscaras y tocados del baile de Moros y cristianos, del cantón San Antonio Abad, en el municipio de San Salvador», año 2016, de la autora Alejandra Acosta, la danza está conformada por 12 personajes: rey moro, capitán moro, embajador moro, médico, verdugo y bufón, del bando de los sarracenos; en cuanto a los cristianos: rey cristiano, capitán, embajador, cuarto vasallo, quinto vasallo y bufón cristiano.
Dentro de los elementos identificados en las máscaras y los tocados de los moros se encuentran: monedas, máscaras azules y rojas con barba negra, máscaras azules y rojas con barba dorada, chinchintoras (serpiente con alas), sirenas, monos, basiliscos, serpientes de coral, lunas, soles, así como una torre árabe. Por el bando cristiano, la cruz, chinchines, máscaras rojas y azules, flores en morriones y un sombrero napoleónico.
Desglosando el significado de cada elemento, las monedas representan la riqueza de los árabes, la vanidad y la ambición; la máscara azul y roja, el personaje moro; la máscara dorada, ostentosidad, el rey sarraceno; la chinchintora, la divinidad o la sabiduría, la relación de la serpiente con alas con la deidad Quetzalcóatl; la sirena, la diplomacia, la capacidad de conquistar a través de las palabras; en cuanto a la cruz, es símbolo de cristiandad; los chinchines, los antepasados sometidos; la media luna, un signo islámico, asimismo la dualidad; el sol, una representación de la espiritualidad y autoridad; la torre árabe, una alusión a los minaretes islámicos; la máscara roja y azul cristiana, una imagen de los conquistadores españoles; las flores, pureza y nobleza. Finalmente, podemos decir que estas tradiciones son un libro vivo de nuestro pasado que, a través de máscaras, pitos y tambores, luchan por no desfallecer, porque detrás de un santo y una vara de cohete está la identidad de un pueblo que se ha forjado con lucha, con devoción y esperanza.
DeCuento
«Rafaela y su tigrillo»
Por Kelly Campos
Rafaela, una niña muy curiosa, se fue al campo cerca de su casa a buscar a su vaquita que se había perdido. En el camino se encontró un precioso árbol de guayabas y se subió a comer algunas.
Mientras comía se escuchó un sonido entre los arbustos, ella fue a ver de qué se trataba. Al acercarse un tigrillo saltó de entre los arbustos. Rafaela corrió asustada y se encontró con su vaquita, eso la alegró un poco.
Así que decidió volver a su casa y en el camino el tigrillo saltó y se puso frente a Rafaela. Ella se escondió tras su vaquita, pero de repente se dio cuenta de algo: el tigrillo estaba lastimado y además era un bebé.
Rafaela se armó de valor y tomó el tigrillo en sus brazos, lo llevó a su casa y con ayuda de su madre lo cuidaron. Rafaela estaba muy feliz, ya no le tenía miedo al tigrillo y se convirtieron en grandes amigos. FIN
DePoesía
«Amo»
Por Mirian Esmeralda Chacón Rajo
Amo lo que soy y lo que no puedo ser.
Amo los silencios, como las palabras.
Amo las sonrisas, como el dolor
que significan las lágrimas.
Amo los días soleados,
como las tardes grises con llovizna.
Amo la cercanía,
como amo amar en la distancia.
Amo los susurros al oído,
como amo los suspiros que se escapan.
Amo tu regreso,
como he aprendido a amar tu distancia.
Amo que me ames, amo lo que amas.
DePensamiento
«Hay tantas formas de amar»
Por Lourdes Marisol Alfaro
Alguien me dijo que la razón siempre debe prevalecer antes que el corazón. El problema es que al enamorarnos nos volveremos tontos y elegiremos sin pensarlo dos veces. Así es, eso de darle espacio a la razón, no es para nadie.
Empezaré otra vez…
Decido ignorarlo todo, todo aquello que trate de convencerme que no es ahí, contigo. Me dejo llevar porque siento que nos pertenecemos, porque sé que amar es dolor, sacrificio, entrega. Porque que sé que amor no solo es cuando tomas mi mano o besas mi frente, también es cuando hay un problema y decidimos platicarlo después de haber dado miles de vueltas para volver a estar bien. Amor es aceptar que a ti te gustan los mariscos y yo los detesto. Amor es soltar una carcajada después de habernos dicho lo peor del otro. Amor es cuando veo lo bonito que es lo que tú odias de ti, amor es cuando tú dices que no quieres, pero yo sé que sí, y te convenzo una y otra vez para que no lo dejes. Es ver luz en lo que constantemente quiere estar oscuro.
Hay tantas formas de amar, que por qué tendría sentido encerrarnos en una sola. Riamos toda la vida hasta que nos duelan las mejillas y nuestro estómago cause presión, lloremos en el piso hasta crear un mar, gritemos cuando sintamos que nos ahogamos, enfermémonos bajo la lluvia, compartamos nuestra comida favorita, abracémonos cada día como si al momento de soltarnos nos fuéramos a desvanecer, digámonos te quiero, aunque el orgullo nos rasgue la voz, enojémonos hasta sentir nuestra sangre arder, alejémonos y volvamos al mismo lugar en donde nos separamos la primera vez.
Vivamos esta única vida que nos separa de no volver algún día. Ahora que sabemos que nada es para siempre, memoricemos sensaciones, recordemos texturas, guardemos aromas, compartamos nuestros labios hasta que sintamos cosquilleos, escuchemos esa canción hasta que aburra. Ambos dejaremos de existir en algún momento, amémonos hasta no saber por qué siempre volvemos a estar exactamente en el mismo lugar y en el momento indicado. Hasta que, a pesar del tiempo, el brillo de nuestros ojos aparezca cada vez que nos veamos gritando miles de palabras sin necesidad de decir una.
DeMitología
Hera la diosa del olimpo
La mujer de Zeus es Hera y, por esto, es la diosa del Olimpo dentro de la mitología griega. Es hermana de su marido y, por tanto, también es hija de los titanes que hemos mencionado anteriormente. Al principio no quería casarse con su hermano pero, al final, este dios —rey en los camuflajes y disfraces— consiguió conquistar su corazón al convertirse en un pájaro desvalido.
Debido a su condición como esposa de Zeus, Hera es la protectora del matrimonio y de las mujeres casadas. Tuvo que lidiar con muchas infidelidades de Zeus y, por este motivo, se la suele representar como una diosa con un carácter celoso, violento y vengativo. Pese a esto, es la diosa relacionada con todo lo que el matrimonio comporta, incluso con la fertilidad femenina. Sus hijos son algunos de los principales dioses griegos: Ares, Hebe, Hefesto e Ilitia.