En el desdibujo de las acciones dispersas que llevan a cabo institutos y personajes políticos de la oposición, en esta carrera electoral, las cosas no están claras para algunos, pues no logran visualizar el final de sus verdaderas intenciones.
Para otros, la algarabía de los candidatos en las entrevistas televisivas ante la posibilidad de lograr la presidencia de la república parece fuera de toda lógica, principalmente cuando existe una distancia abismal entre el respaldo que el pueblo da a Nayib Bukele y el que da a los aspirantes de ARENA, Nuestro Tiempo y el FMLN.
Si todos los sondeos confirman que no existe una tan sola figura que compita con los altos números que los salvadoreños dan a Nayib, entonces se puede pensar que los otros se están lanzando a un suicidio electoral. Yo estoy seguro de que esa no es la verdadera intención.
Sin embargo, aunque por ahora se avanza en medio de tiniebla electoral porque la campaña aún está en pañales (esto no ha empezado de verdad), con agudeza se puede visualizar el horizonte que le han trazado «los pensantes» al bloque de oposición. Su faro, sin duda, irradia las ideas del juego despiadado y amoral para hacerse del poder: «Lleva a tu adversario lo más lejos posible de la verdad», con lo que intentan ocultar sus intenciones reales.
Ante eso, debemos ver más allá de las acciones públicas y de los discursos de los aspirantes opositores a la silla de Gobierno, los cuales flotan en un círculo de positivismo falso, apariencia de moralidad y ética, y sandeces, acompañados de guerra mediática sucia.
Luego de analizar todos los escenarios políticos posibles, he llegado a la conclusión de que todo es un plan de ilusionistas, un guion al estilo de «crimen perfecto». El verdadero poder detrás de los candidatos opositores no es nada tonto, por eso han colocado esa trampa cazabobos: hacer creer que sus marionetas harán contienda electoral a Nayib en febrero próximo, a pesar de, como dicen, estar en «desventaja».
Pero no existe el crimen perfecto. Mi premonición es que, llegado el momento, sus candidatos no se van a inscribir en el Tribunal Supremo Electoral. Y cuando Nayib presente su candidatura formalmente elevarán voces con el mismo argumento que vienen cantando ya ratos: ¡es inconstitucional! y, por lo tanto, es «fraudulenta» su inscripción, usando interpretaciones antojadizas de artículos que, según sus leguleyos y plumíferos «expertos en Constitución (ja)», los respaldan.
Por eso mismo viven espetando el discurso de «fraude electoral», al que recientemente han acuñado nuevos términos proporcionados por un organismo que se mueve al compás de la danza de dólares: «electo-dictadura» y «elecciones falsas».
Todo es crear percepción hacia afuera. No en el pueblo. Simplemente porque conocen bien que el soberano es el que constitucionalmente va a reelegir a Nayib en un proceso democrático establecido, como son las elecciones constitucionales.
Los salvadoreños deben tener claro que, con el afán mezquino de recuperar el poder, la pretensión del bloque opositor es convencer a la comunidad internacional de que todo es ilegal, se pronuncie en contra de las elecciones de 2024 y no reconozca la legitimidad de un nuevo Gobierno del presidente Bukele. Quieren apagar el clamor del pueblo, destruir su voluntad y buscar la mayor afectación de país. Nefasto.
¿Ilusorio o viendo pajaritos preñados? Para nada. Veamos qué más ha venido fabricando la oposición en ese mismo entorno con sus «activistas-periodistas»: presidente dictador, gobierno violador de derechos humanos, de libertad de expresión y prensa, que restringe derechos y libre movilidad, y otras insensateces más. Es decir, luchan por hacer creer que El Salvador es un país donde no se puede vivir, por lo que venden la consigna de que «hay que detener a Nayib».
Todo es parte de la estrategia sucia y ambiciosa que mueve en la oscuridad el poder fáctico, hasta con desertores militares que ahora dicen que son fieles defensores de derechos humanos y de las instituciones del Estado. No les importa hacer el ridículo con tal de engrosar sus cuentas bancarias. Bueno, dicen que basta con saber quiénes conforman sus círculos de amistades.
De ahí que, más que verdaderos candidatos presidenciales, son viles peones del esquema perverso y perdedor del poder fáctico y sus achichincles partidos políticos, que, por cierto, gozan del total desprecio de los salvadoreños, pero que usan a todos los que ambicionan unos dólares y se prestan al juego, como los pedigüeños activistas con pluma y micrófono.
La pista de aterrizaje es ahora visible.