Verónica Benítez participó durante dos años en un proyecto de buenas prácticas ambientales implementado por el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), por medio del cual aprendió a elaborar abono orgánico, lo que se traduce en la protección de las fuentes de agua que están próximas a los establos ganaderos de los que sale la materia prima.
Esta joven de 26 años utiliza diferentes componentes para producir dos tipos de abono, pero el principal elemento es el estiércol de ganado, el cual recolecta y así evita ser arrastrado por las aguas lluvias hasta los ríos o las quebradas y que cause otro tipo de afectación ambiental.
Uno de los tipos de abono que está produciendo es el humus de lombriz, el cual requiere de un proceso más delicado, con tiempo de preparación mayor, pues tarda hasta ocho meses en tenerlo listo, pero contiene mejores nutrientes que cualquier fertilizante químico.
«El estiércol de ganado lo recojo fresco y después lo pongo a madurar durante 15 a 20 días, y se está batiendo con agua, luego se le depositan las lombrices y posteriormente las estoy alimentando con desperdicios orgánicos que salen de la cocina, ya sean de verduras, frutas y cascarones de huevos, y semanalmente se pasa mojando», explicó la joven.
Para producir este abono, cuenta con una estructura que lleva por nombre Lombricultor, dotada bajo el mismo proyecto que se implementó en las comunidades aledañas a la laguna de Olomega, en El Carmen, La Unión, el cual fue dirigido a ganaderos con el fin de motivarlos ha implementar buenas prácticas ambientales que protejan la laguna, uno de los humedales más importantes del país.
Verónica y su familia se dedican a la ganadería, y en sus establos tienen la principal materia prima para elaborar los abonos, pero también recolecta todas las cáscaras de huevo que se evacuan en una panadería de la zona, y las cáscaras de frutas y verduras crudas las obtiene de su hogar.
El otro tipo de abono que produce es el bocashi, para el que también utiliza el estiércol de ganado, todo tipo de hojas, flores, ceniza, carbón, gallinaza, tusa y melaza. Toda esta materia prima se deposita en capas que se revuelven dos veces al día. La elaboración de este abono tarda casi un mes, pero requiere más trabajo, según describe la productora.
Verónica ha usado el abono en parcelas de tomate que ha cultivado, y asegura que los resultados han sido exitosos. Ahora lo está usando en una pequeña huerta en su propiedad.
«Lo que yo quisiera es expandir más la producción de abono y hacer parcelas de diversos tipos de hortalizas, porque este abono es adecuado para todo tipo de árboles frutales, plantas y hortalizas, siempre y cuando vaya con los nutrientes que necesita la planta», afirmó la productora y defensora del ambiente.