El mundo está lleno de países que han logrado desarrollo económico y social y de otros que tomaron decisiones desacertadas, deteriorando la vida de sus habitantes.
Recuerdo cuando el presidente Nayib Bukele nos dijo que era imperante mejorar y reconstruir nuestra nación, lo que representaba uno de los más grandes desafíos que un gobernante pudiera enfrentar. Y es porque en El Salvador, durante 30 años, las cosas se hicieron mal para la mayoría de los salvadoreños. Las cárcavas y grietas en seguridad, salud, educación, economía y obra pública son enormes.
Obviamente, lo único que cuidaron los gobernantes de ARENA y del FMLN fueron los bolsillos e intereses de sus patrocinadores, los suyos y los de sus familiares y amigos.
De por sí construir no es fácil, pero reconstruir y levantar un país de los escombros es una tarea de grandes dimensiones, más cuando los que tuvieron el poder por tanto tiempo aún se oponen a todo viento de cambio en favor de la población,y mueven sus ONG fachadas y medios de comunicación de desinformación para echar al traste toda transformación en pro del país. Sin duda las chequeras están activas, incluyendo las extranjeras.
A pesar de todo, desde hace dos años y medio nos pusimos manos a la obra. Ahora, cuando se acerca el fin de 2021, con toda seguridad puedo decir que para mí es gratificante ser parte del Gobierno del presidente Bukele, porque como comisionado presidencial para Proyectos Estratégicos estoy feliz de tener esta oportunidad de servirle al pueblo salvadoreño. Es causa de orgullo.
La orden es sentarnos con todos los que quieren invertir en el país, respetando las reglas y leyes de nuestra nación, que ayuden a acelerar el desarrollo social y económico de cada ciudadano, que redunde en mejores obras, mejor salud, educación y conocimiento y, por ende, en mejores empleos.
Sé que todos quisiéramos que las cosas se dieran más rápido o simultáneamente, pero hemos tenido que sobrepasar montañas de obstáculos, limpiar escombros al tiempo que reconstruimos. Derrotar 30 años en 30 meses es impensable, pero lo estamos haciendo, lo estamos logrando. El Salvador avanza y es noticia mundial, noticia positiva y envidiable no solo por el excelente manejo de la pandemia que nos ha ubicado en la mira de todos los países, sino por los visionarios proyectos que el presidente Bukele ha presentado y que han sorprendido gratamente al mundo inversionista.
Como lo he dicho, cualquier país puede invertir en El Salvador, pero sin meterse en la política y el desarrollo. El respeto a la soberanía del país no es negociable con nadie. Estamos en la mira mundial porque también son testigos de cómo, después de una horrorosa pandemia que sigue golpeando la salud y la economía de los países, El Salvador proyecta los números más envidiables de crecimiento económico en una recuperación galopante en su economía, empleos, comercio y exportaciones.
Sumado a eso, ahora el desarrollo y crecimiento se vuelven exponenciales con la Bitcoin City, una inversión que se conectará con la economía marítima, comercial y turística. Estos proyectos son de gran inversión, pero serán de mucho desarrollo económico para nuestro país y es por eso la importancia de ellos.
Nadie duda, ni los del 3 %, que el presidente Bukele desarrolla ideas muy acertadas y que ha demostrado su liderazgo por dos años y medio. Algo no visto por décadas en nuestra amada nación.
El país que el mandatario va a heredar a las otras generaciones es uno que apunta a ser el Singapur de Centroamérica. Uno con la mayor responsabilidad social y de desarrollo económico y social en la historia de El Salvador.
Estamos reconstruyendo en tiempos difíciles, pero avanzamos a pasos de gigante.