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Carmen González Huguet, ESCRITORA Y PROFESORA
AL PIE DE LA LETRA / ARTÍCULOS SOBRE POESÍA
Cuarta entrega
Inteligir sería entonces el proceso por el cual la persona humana realiza lo que Zibiri llama «aprehensión primordial de realidad», esto es, el modo específico en que los humanos no solo captamos y percibimos, sino que nos «relacionamos», con trozos de lo real. Pero lo real, siguiendo este discurso, no está «afuera» de nosotros, en el mundo material, sino además «dentro», en nuestros propios procesos de conocimiento. Y la inteligencia en los humanos, que para Zubiri es lo que primordialmente nos diferencia de los animales, es «de suyo», por nacimiento, por origen y carácter, «sentiente». La intelección humana es, para este filósofo, la mera actualización de lo real en la inteligencia sentiente.
Escobar añade: «El hecho de que “sentición”, inteligencia y afectividad sean momentos componentes de la aprehensión de lo real hace que tal aprehensión sea siempre —al menos en el caso poético— una aprehensión fuertemente personal: subjetiva y selectiva. Subjetiva, por cuanto la realidad, o mejor dicho, la cuota de realidad aprehendida, será “de este modo” para este “aprehendiente”». Y selectiva porque excede la capacidad humana el captar, a priori, la realidad entera como totalidad.
Y a continuación, Escobar introduce un concepto del cual, hasta donde sabemos, es autor, y es original suyo: «la ecuación personal». Este autor define dicha «ecuación personal» como una «óptica particular desde la cual lo real será aprehendido» por el sujeto poético, esto es: el poeta, cuya óptica particular está formada por cinco elementos:
- La ideología: entendida como una representación del mundo, la vida y el hombre a través de diversos sistemas de ideas;
- El marco teórico, concebido como el conjunto de conceptos y de categorías analíticas provenientes de una determinada dirección del trabajo intelectual;
- Los prejuicios, que para Escobar son las reacciones previamente condicionadas ante determinados estímulos;
- Las necesidades subjetivas, que serían los requerimientos intelectuales y afectivos personales, demandantes de un objeto externo para su satisfacción; y
- Los intereses objetivos, como la adherencia a los bienes materiales que demanda la acumulación y defensa de los mismos. Y, por último, agrega estos elementos a la especial óptica que puede configurar lo que él llama «la propensión contemplativa particular» del poeta, así como sus «particulares limitaciones para la tarea cognoscitiva». Las propensiones contemplativas pueden hacer que determinado poeta privilegie la interioridad, de modo que en su obra lo que llamamos «lírica» ocupará un mayor lugar. O si predomina lo exterior, lo que llamamos «épica» será la propensión contemplativa preponderante.
Volviendo a la selectividad, Escobar afirma que la cuota de realidad aprehendida será siempre una «cuota», un trozo de lo real seleccionado de acuerdo a la mencionada propensión contemplativa del poeta. Y dicha aprehensión será, además, necesariamente estática, ya que captará un momento particular de una realidad en perpetuo cambio. Escobar afirma también que el conocimiento poético, en cuanto «modo de habérselas con la realidad, tiene también una vía aprehensiva peculiar: la intuición», compartida con otras formas de conocimiento, como la Ciencia y la Filosofía. Y define la intuición como «el salto hacia lo esencial y lo universal que la razón da a partir de unos datos primarios e inmediatos. La vía intuitiva es la que posibilita al poeta calar en la estructura más honda de lo real. Por ella, la realidad poética expresa los nódulos más profundos y significativos de la realidad de los seres, las cosas y los procesos».
Como bien dice el mismo autor que estamos siguiendo, el conocimiento poético de la realidad deviene después realidad poética a través del lenguaje. Pero volviendo a una obra poética específica en cuanto construcción, o estructura lingüística, ¿qué es lo que hace que la lengua sirva, a veces, como simple herramienta de la más elemental comunicación o que, en otras ocasiones, sea el material de construcción para esos excelsos edificios literarios?
Tal vez la respuesta a esta pregunta nos la pueda aclarar un importante estudioso de la lengua como es Roman Jakobson, quien escribió: «El primer problema de que la poética se ocupa es; ¿Qué es lo que hace que un mensaje verbal sea una obra de arte? Toda vez que el objeto principal de la obra poética es la differentia specifica del arte verbal en relación con las demás artes y otros tipos de conducta verbal, la poética está en el derecho de ocupar un lugar preeminente en los estudios literarios. La poética se interesa por los problemas de la estructura verbal, del mismo modo que el análisis de la pintura se interesa por la estructura pictórica. Ya que la lingüística es la ciencia global de la estructura verbal, la poética puede considerarse como parte integrante de la lingüística».
En el mismo ensayo citado, Jakobson define seis funciones esenciales del lenguaje: referencial, emotiva o expresiva, conativa, fática, metalingüística y poética. El estudio de todas y cada una de dichas funciones excede los límites de este trabajo. Debemos aclarar, sin embargo, que en cualquier enunciado es una de estas funciones la que domina, aunque pueden darse varias al mismo tiempo. La que nos interesa para nuestro estudio es la función poética. La función poética del lenguaje aparece cuando la expresión atrae la atención del oyente (o del lector, en la comunicación escrita) hacia el mensaje. En cualquier forma de comunicación donde la función poética es la dominante, la finalidad del uso del lenguaje tiene un propósito estético. Dichos mensajes tienen dos características dominantes que, en la práctica, se cristalizan en una sola: el uso del lenguaje connotativo y de las figuras estilísticas.
¿Qué es el lenguaje connotativo? Es cuando empleamos las palabras en sentido figurado. Este tipo de lenguaje transmite información, pero además traslada al oyente o al lector otros contenidos como emociones y sentimientos. Es más subjetivo y, en ciertos casos, se presta a diferentes interpretaciones. Ejemplos:
- Se le rompió el corazón al conocer la noticia.
- Llovía a cántaros.
- Su piel era de seda.
- Usaba un vestido de colores chillones.
Por contraste, el uso cotidiano, habitual, normal del lenguaje nos demanda que este sea denotativo: que lo hablado sea lo entendido o, en todo caso, que digamos lo que deseamos significar de manera directa y objetiva. En él llamamos a las cosas como son, conforme a la realidad. Su finalidad es la claridad, para que los oyentes entiendan a la perfección lo que sucede:
- Estoy enferma.
- Ese traje cuesta veinte dólares.
- Mi hermano se llama Juan.
- Anoche salí al cine.
Sin embargo, el lenguaje cotidiano, por lo general, no logra expresar conceptos y categorías como productos de un conocimiento intuitivo de lo real. La intensa dimensión de una vivencia sensorial, conceptual o afectiva, así como la prohibición de nombrar con lenguaje cotidiano “lo innombrable”, lo indecible, están, para algunos autores, en la raíz de la metáfora, célula constitutiva del lenguaje poético.