La experiencia de Surf City nos ha demostrado que al combinar las bellezas naturales de nuestro país con una buena estrategia de Estado podemos hacer cosas grandes, que trasciendan las fronteras.
Por muchos años, la táctica de vender al país como destino turístico «único» se centraba en promover la rápida movilidad por ser un país pequeño. Se destacaba como ventaja que tenemos todo a media hora: mar, montañas, lagos, volcanes, etcétera. Esa estrategia definitivamente poco funcionó.
Si es cierto que en un día podés amanecer recorriendo la Ruta de las Flores para desayunar en Ataco; almorzar al mediodía en la playa, y disfrutar del atardecer con un bello paisaje en el volcán, pero eso, definitivamente, ha demostrado que no es suficientemente atractivo para ser competitivos en la región. Funciona, sí, y lo hacemos con nuestras visitas y turistas. Pero lejos estamos de competir con la atrayente belleza de Antigua Guatemala, los parques naturales de Costa Rica, las majestuosas ruinas de Tikal o el sitio arqueológico de Copán. Que conste que no quiero desmeritar lo bonito que son nuestros pueblos, pero siendo realistas, nuestros recursos naturales y sobre todo de infraestructura todavía distan mucho de convertirnos en una potencia turística que compita a escala mundial en el rubro de pueblos y parques naturales.
Por eso destaco el éxito de apostarle a Surf City. Como tenemos poca cultura de surf, a excepción de los lugareños de los principales «spots» para surfear, nunca nos imaginamos que El Tunco podría ser más que un gran chupadero donde venden buenos mariscos y cocteles; que El Zunzal podría convertirse en mucho más que una bonita playa con un centro balneario privado, más o menos decente; que El Zonte ya no solo sería un atractivo para mochileros y bohemios. Por eso repito que la visión de este Gobierno y la estrategia bien ejecutada del Ministerio de Turismo están funcionando. He tenido la oportunidad de dar cobertura a los eventos internacionales de surf que se han realizado en nuestro país en los últimos dos años y no me cansé de preguntarle a los competidores de todas partes del mundo que participaron: ¿cuál es la onda con nuestras olas? Nadie, es decir que todos sin excepción, dudó en responder: «Tienen los lugares con las mejores olas en el mundo». Ha sido tanto el éxito que no ha sido de chiripa o casual que ya están confirmados para los próximos dos años el ISA World Junior Surfing Championship 2022 y el ISA World Surfing Games 2023.
«Salvawood»
Pues bien, creo y estoy más que seguro de que donde sí funciona eso de que «tenemos todo a media hora» es en la industria cinematográfica. Me explico: para cualquier producción de grandes presupuestos y que la historia (guion) exige locaciones diversas, ya sea pueblos coloniales, ciudades modernas, ríos, volcanes playas y montañas, El Salvador tiene una ventaja que puede ser aprovechada para vendernos con los grandes estudios y ofrecer esas condiciones geográficas que significan para las producciones ahorros en tiempos y recursos. Igual, aunque esa ventaja regional no es suficiente, se necesita tener en el país personal tecnificado para suplir las necesidades que requiere una producción de grandes exigencias técnicas. Aquí tenemos personal que se ha forjado en la industria de la publicidad y que también ha tenido experiencias en producciones fílmicas exigentes, y si bien es cierto que nos falta nivelarnos no estamos partiendo de cero. Lo mismo que en el surf necesitamos apostarle a tecnificar a nuestro talento local en esa industria para suplir con la demanda de «gaffers», guionistas, directores de fotografía y directores. Esta es una buena oportunidad para proyectar al país como destino de producciones cinematográficas y convertirnos en una especie de «Salvawood». Pero, igual, para formalizar este esfuerzo se va a requerir indiscutiblemente de una ley de cine.
La ley de cine
El Ministerio de Cultura dio un paso acertado al incorporar a El Salvador a la familia Ibermedia. Esta decisión nos pone en la vitrina para aprovechar los recursos que ofrece ese ente iberoamericano para realizar, entre otras cosas, producciones y coproducciones con los países integrantes.
Pero la cereza en el pastel será cuando finalmente tengamos aprobada nuestra primera ley de cine. Este instrumento legal nos permitirá buscar el apoyo privado para que se sume a aportar financiera y comercialmente a la realización cinematográfica; contar con políticas de Estado de incentivos fiscales o tributarios para quienes le apuesten a invertir en las producciones cinematográficas, tal como lo hicieron México y Colombia, ahora referentes latinoamericanos en la industria cinematográfica. Así como con otro tipo de incentivos estratégicos que motiven a las productoras internacionales a venir a producir o coproducir al país. Experiencia que ya se está haciendo realidad en países cercanos, como la República Dominicana y recientemente nuestro vecino más próximo, Honduras.
Es obvio que toda la estrategia demandará de la formalización de los productores, como lo dije anteriormente: capacitar al personal técnico, aprovechar la tradición y experiencia que tenemos en la actuación para teatro y llevarlos a que migren a la cámara, de motivar a nuestros amigos cineastas en el extranjero a que vengan a formar y producir.
Tengo entendido que se ha estado trabajando en un borrador de ley, hay otros esfuerzos que se han hecho en el pasado pero nunca se concretaron y, ahora, quizás podamos coincidir como país y finalmente abogar para que se lleve a cabo. Tenemos muchas historias que contar, algunas ya están en las islas de edición esperando salir para ser exhibidas, otras quizás en pañales, pero sobre todo tenemos allá afuera un mercado que si nos ponemos de acuerdo en una estrategia, podemos convertir al igual que Surf City en un «Salvawood» de las producciones en Centroamérica.