Sin duda alguna, y como ya lo he señalado en múltiples ocasiones, nos encontramos en una transición política, en un período intercíclico político que está por concluir. El ciclo político de la posguerra se agotó y está terminando, pero aún subsiste de alguna manera, y por ello estamos atestiguando una feroz y voraz lucha por no terminar, por no acabar, por no desaparecer de una buena vez por todas, de aquellas fuerzas y del estamento que se ha beneficiado del «statu quo» político todos estos años; en fin, una mera lucha por la supervivencia. Este final del ciclo político de la posguerra, que desde hace rato comenzó a dar signos de agotamiento, se empezó a manifestar más claramente con los resultados de las elecciones municipales y legislativas de 2018, se confirmó con la aplastante y contundente victoria electoral del presidente Bukele en 2019 y se terminará de consolidar con las elecciones del 28F, cuando de una buena vez y por todas podremos decir que terminó el ciclo político de la posguerra, que ha causado como resultado esta espantosa realidad económica y social que nos heredaron quienes administraron la cosa pública durante ese período, por supuesto, me refiero a arena y al fmln (ambos en minúsculas).
Y durante ese período de 30 años, los primeros montaron un sistema económico mercantilista con ideas del neoliberalismo, por el cual se dedicaron a usufructuar la cosa pública en su beneficio y el de pequeños grupúsculos de poder oligárquico, y se dedicaron a montar complejos esquemas de corrupción con el propósito de desfalcar al Estado, de utilizar sus recursos y de beneficiar sus negocios. Robaron descarada y obscenamente, sin importarles los millones de salvadoreños que no tuvieron ni salud, ni educación ni seguridad; es más, llegaron hasta privatizar la seguridad, haciendo del crimen, la extorsión y la muerte de los salvadoreños un negocio más de ellos. Para el pueblo siempre salud precaria, educación precaria, seguridad precaria… En fin, todo precario.
Veinte años después de exprimir las arcas del Estado, llega al gobierno el fmln, con su jerga y «consigna» del «gobierno del cambio» encabezado por el prófugo que está en Managua. Ni hubo cambios estructurales ni cambiaron el modelo mercantilista neoliberal que heredaron de arena, ni cambiaron el modelo de corte oligárquico de control del Estado. Se acomodaron, se apoltronaron, se transformaron y simplemente se pusieron a administrar el sistema de corte oligárquico que heredaron y a mantener los esquemas de corrupción. En fin, ya todos conocemos la triste historia detrás de eso. Pero algo tuvieron en común ambos partidos durante esos 30 años, tuvieron una maquinaria mediática que literalmente contaba la verdad que a esas élites económicas les convenían y que se dedicaron a distorsionar depravadamente la verdad, como a sus patrones les interesaban. Emporios mediáticos de todo tipo, y en particular el de los medios escritos de prensa. Emporios que hasta hace un tiempo ya no ocultaban sus notas y artículos tendenciosos en detrimento de la más mínima verdad y que después de la victoria electoral del presidente Bukele, y ante la perspectiva del fin del «statu quo» que han beneficiado y apoyado por décadas, se han dedicado descaradamente a distorsionar hasta el ridículo «la verdad» sin pena alguna.
Si bien es cierto que el sistema se «autoprotege» manipulando las instituciones que ha podido la rancia partidocracia, pero también se protege con de la distorsión de la verdad a través de esos medios amanuenses, poco éticos y tendenciosos, particularmente los medios escritos, que, a decir verdad, cada vez menos gente lee por haber perdido en los últimos tiempos toda credibilidad, hasta la más mínima. Bueno, que se terminen de hundir, que se reduzcan a su mínima expresión y luego desaparezcan. Ahora surgen medios que han dejado de trabajar para los mismos intereses de siempre y que se proyectan como la alternativa que la gente requería y necesitaba para poder saber la verdad, las cosas como realmente son. Bienvenido el nuevo periódico llamado a sustituir a quienes parcializaron, monopolizaron y controlaron «la verdad» hasta convertirse en tristes panfletos publicitarios. Bienvenido, «Diario El Salvador» y con ello al fin.
¡SE ROMPE EL MONOPOLIO DE «LA VERDAD»!