Indiscutiblemente el pueblo salvadoreño posee una fe y esperanza inquebrantables en que nuestro país siempre puede ser mejor. Hemos sido sometidos como sociedad a la extrema pobreza, ignorancia intelectual y al dominio ideológico por una minoría que ha considerado a El Salvador como su hacienda.
Por eso, como dice el analista político Dagoberto Gutiérrez: «Somos uno de los países más subdesarrollados de nuestro continente», porque a quienes nos han gobernado nunca les ha importado realmente el desarrollo de todo el pueblo salvadoreño, sino únicamente la prosperidad de aquellos que pertenecen a su clan. Eso explica, entre otras cosas, que nuestro sistema de educación pública haya sido paupérrimo; claro, los hijos de las familias élites salvadoreñas estudian en las mejores escuelas del país, donde reciben educación de primer mundo. Pero ¿por qué no han tenido las mismas oportunidades los niños que viven en el cantoncito más alejado de cualquier ciudad?, ¿acaso ellos no son también salvadoreños? «Todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente […]. Lo tiene, aunque sea poco eficiente, aunque haya nacido o crecido con limitaciones» (papa Francisco. «Sobre la fraternidad y la amistad social»). Mejor ni hablar sobre el sistema de salud pública, el transporte, la seguridad y el trabajo digno, porque todo eso refleja que no les ha importado el pueblo.
¿Imaginaron que ese pueblo al que ustedes han maltratado por décadas, peor que el faraón egipcio a los israelitas, algún día sería capaz de romper el yugo ideológico al cual históricamente ha sido sometido con la única arma de su voto? Esto es lo realmente importante, la sociedad salvadoreña ha comenzado a reflexionar sobre su propia realidad; por eso, ha sido capaz de sepultar a una generación de políticos que no ha hecho más que servir a los dueños del país y, al mismo tiempo, enriquecerse.
Pero como me dijo alguien: «¿Será que los nuevos diputados no van a ser iguales? ¿Estará dispuesto el próximo grupo parlamentario a trabajar por generar condiciones de vida digna para todos los salvadoreños, independientemente de su apellido o ubicación geográfica?». Los nuevos diputados tienen que saber que el pueblo los ha elegido porque está cansado de vivir bajo un sistema político que no le ha permitido desarrollarse. Véanse en el espejo de los diputados que han sido derrotados en estas recientes elecciones para que a ustedes no les suceda lo mismo en unos pocos años.
Sus títulos académicos, la popularidad en las redes sociales y todas sus promesas de campaña no les servirán de nada si no trabajan de verdad para generar los cambios que la sociedad salvadoreña ha esperado por años. Es necesario limpiar la corrupción en esa Asamblea Legislativa, y todas las demás instituciones del Estado salvadoreño. Necesitamos rehacernos como sociedad, pero eso no es posible lograrlo con políticos corruptos. Recuerden: el pueblo salvadoreño ha comenzado a pensar, y ese proceso de reflexión no lo podrá detener nada ni nadie, los amará si trabajan para transformar la realidad en la cual vivimos, o los odiará y sepultará políticamente si continúan los mismos pasos de la vieja escuela política salvadoreña. «Necesitamos una política que piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral. Los políticos están llamados a preocuparse de la fragilidad, de la fragilidad de los pueblos y de las personas» (papa Francisco. «Sobre la fraternidad y la amistad social»). No, a hacerse millonarios, mientras el pueblo continúa sufriendo.