En noviembre de 2020, Mario Martel, un ingeniero salvadoreño de 58 años, empezó a sentir los primeros síntomas de la COVID-19.
Se había contagiado a pesar de que había cumplido con todas las medidas de bioseguridad. Inicialmente, los síntomas fueron leves, pero después de una semana, el 1.º de diciembre de 2020, su condición empeoró y tuvo un paro respiratorio.
A pesar de que sobrevivió, sus pulmones empezaron a presentar problemas y tuvo complicaciones para respirar; por lo que buscó ayuda en sus familiares.
«Esa noche del 1.º de diciembre estaba lleno de angustia, tristeza, frustración y mucho dolor al no poder respirar y sentir un tremendo dolor en el pecho. Yo pedía auxilio de mi hermano que si él me podía llevar a pasar consulta», comentó Martel.
Fue ingresado en un centro médico de la capital y uno de los momentos más dolorosos fue cuando se despidió de su hermano, a quien le agradeció por su ayuda y le dijo que seguramente era la última vez que se veían, ya que su condición de salud era muy crítica.
Luego ingresó a la unidad de cuidados intensivos (uci) y fue conectado con oxígeno de forma inmediata. También fue conectado a la unidad de medición de saturación en los niveles de oxígeno en la sangre y le practicaron electrocardiogramas y tomas de presión de forma constante.
«La misma pérdida de oxígeno te hace pensar que lentamente te conviertes en un zombi y sufres alucinaciones, piensas poco y es como un estado de letargo», dijo.
Su condición de salud siguió empeorando hasta el punto que su familia inició una campaña para solicitar plasma de convaleciente, y unos días después recibió su primera bolsa; sin embargo, su salud estaba tan crítica que los médicos decidieron intubarlo.
«El doctor llegó y me anunció que el virus había incrementado a 2,000 partes por millón cuando en la mañana había tenido 9,000 partes por millón, cosa que agravó la situación, y para poder combatirlo, deciden colocar un catéter en la vena central», explicó.
Sin embargo, unos minutos antes de que lo intubaran, Mario volvió a respirar, por lo que ya no fue necesaria la intervención. Dos días después sufrió un segundo paro respiratorio. De nuevo, los doctores prepararon la sala para intubarlo, pero en ese momento, Martel volvió a respirar por sí solo. Ambas situaciones las describió como un milagro.
«En ese punto tan crítico, los pacientes tienden a empeorar, y yo empecé a mejorar», recuerda. Finalmente, su condición empezó a mejorar hasta que salió de la uci el 24 de diciembre de 2020, y el 30 de diciembre recibió el alta médica, pero siempre seguía usando un tanque de oxígeno.
Desde entonces, hace terapias cardiopulmonares para que sus pulmones aprendan nuevamente a respirar, y también terapias para recuperar su movilidad, ya que perdió el 40 % de su masa muscular.
Actualmente, dichas terapias las desarrolla tres veces a la semana, y ya empezó a hacer ejercicios de movilidad, como el uso de los pedales. «Yo digo que volví a nacer, porque estoy aprendiendo a caminar y a hablar nuevamente. Después de esta experiencia, cada día, para mí, cuenta. Voy a aprovechar cada saludo y cada momento como lo mejor que me pueda pasar», concluyó Martel.