En este mes (agosto), Tránsito Atilio Paiz Guardado, conocido en el mundo musical como Tilo Paiz, celebra 55 años de vida artística.
Se formó y destacó como músico en El Salvador, pero su consagración ha sido en Canadá, el país que lo acogió tras ser forzado a salir de su tierra natal [junto a cuatro miembros más de su familia] en la guerra civil de los años ochenta.
Con su pobre inglés, pero dispuesto a ser aceptado en el ambiente musical canadiense, recorrió decenas de clubes y festivales donde se presentaban grupos de jazz en vivo.
En periódicos se informaba de los conciertos y durante un año asistió a todos los lugares que pudo donde con su estribillo «I am Tilo Paiz. I want to play» («Yo soy Tilo Paiz. Yo quiero tocar») pedía la oportunidad para una presentación.
Una noche recibió la oportunidad que tanto esperaba y desde entonces ha sido parte de la historia musical en Canadá, sobre todo en jazz. Aunque también ha tocado rock, swing, blues, jazz latino, música latina, cumbias, pop.
Tilo atesora decenas de recortes de periódicos, programas de mano, afiches en papel y fotografías que guardan sus grandes momentos en los escenarios.
Ha tocado con Tito Puente [legendario percusionista portorriqueño], Bob Stroup [trombonista estadounidense], PJ Perry [saxofonista canadiense], Tommy Bank [pianista], bandas de blues de Chicago, entre otros.
Se ha presentado en festivales de verano, clubes, parques públicos, festivales de independencia de países latinoamericanos, en conciertos propios o invitado por otros músicos. En los festivales de verano ha tocado para 5,000 o 10,000 personas. En los «halles» [grandes salones] para 1,500 asistentes, en los clubes «que son más pequeños, para 500, 800 personas», dice.
A los cinco años de estar en Canadá formó su propia banda, Amistad [13 integrantes] y con quienes grabó un casete de música original y recorrió su país adoptivo.
Edmonton ha sido la ciudad de residencia del salvadoreño y es allí donde conoció a su mentor, Stroup, quien lo invitó a integrar el colegio Grant MacEwan: «Bob Stroup, un trombonista estadounidense, se fue a radicar a Canadá. Él fue mi mentor. Daba clases en el colegio Grant MacEwan, me escuchó y me dio la oportunidad de tocar con él. De dar clases».
En ese centro de estudios, el salvadoreño formó parte de la orquesta integrada solo por el cuerpo docente.
«PJ Perry, saxofonista, me llamó a tocar y también Tommy Bank, pianista, arreglista, compositor, de todo el quehacer artístico de Edmonton, toqué y grabé con ellos […] Allá he estado tocando con los mejores grupos y solistas, grabando».
Al preguntarle cuántos conciertos ha realizado o cuántas producciones ha acompañado, el salvadoreño no sabe decir un número. De todo su trabajo, destaca la colaboración con el Quinteto Sandro Dominelli y su álbum «Café Varze», que ganó el premio Western Music Award y una nominación a los premios Juno 2004, los más importantes y tradicionales de Canadá.
Enamorado de El Salvador, lo ha visitado en diversas ocasiones; sin embargo, en 2019 decidió quedarse más tiempo para producir un disco aquí con 10 canciones originales «América en el mundo». Ya lleva cinco y está por lanzar el primer video clip.
La música original es su prioridad, dice Tilo, pues eso demuestra el verdadero talento de los artistas y la riqueza musical de un país.
Su deseo por música original lo ha llevado a vincularse con la Sociedad de autores y compositores de El Salvador [Sacim] que, además de promover la música original, apoya a artistas jóvenes y emergentes.
«En música original quien triunfó fue Tony Acosta. Es admirable lo que sigue produciendo en canciones originales […] Está bien tocar y cantar covers, para practicar y desarrollarse, pero no se puede seguir así», acota.
Dentro de sus planes está dar clases y apoyar a los jóvenes. Para esto último ya formó el grupo Tilo Paiz y su Latin Band [siete integrantes] que ya ofrece conciertos. Este año y el próximo estará más en El Salvador para ver concretados sus proyectos y su álbum.
Tilo reconoce que ha vivido mucho. Agradece haber nacido en una familia de músicos y que cuando tenía siete años, su papá le enseñara a tocar marimba. A los 12 ya era integrante oficial de la Marimba Paiz Band, aunque tuviera que usar un banquito para alcanzar las teclas.
También agradece a don Paco Palaviccini, de la Orquesta Internacional Polío, por haberlo escogido como baterista para la agrupación con solo 14 años. «Después estuve con la Barrientos, con la Flores, con los Hermanos Lechuga, con la Casino. Estuve en varias orquestas antes de entrar al rock», comparte.
En su etapa de roquero es cuando recibe la sorprendente oferta de integrar la banda del mexicano Carlos Santana, en los años setenta. Y aunque la oportunidad se terminó esfumando, Tilo recuerda sabiamente lo ocurrido. «¿Qué si acepto que me digan maestro? Claro que sí, pero yo estoy parado en mi realidad, sé lo que soy».
La invitación de Carlos Santana
Esta anécdota ocurrió en los años setenta. Tilo Paiz había dejado las orquestas para incursionar en el rock. Tuvo la oportunidad de viajar a Guatemala a un toque como parte de la banda Nueva Generación, y en ese país debían presentarse en la discoteca Richard durante seis meses.
Santana estaba de gira y se presentaría en el estadio Mateo Flores. Dos días antes del concierto, el mexicano y sus músicos llegaron a la discoteca y vieron tocar al salvadoreño.
El gran guitarrista subió al escenario y pidió que Tilo lo acompañara. «La sorpresa fue que llegó Santana y quería tocar con su grupo. Terminamos el set y yo iba para afuera, pero me dijo: “Tocá con nosotros” […] a, pues, me quedé. Toqué la batería y también los timbales. Tocamos tres canciones», recuerda Tilo.
Después de eso, Santana propuso al salvadoreño que ingresara a su banda, al tiempo de invitarlo a una reunión, al día siguiente, al hotel donde se encontraba el artista.
Tilo recibió una contraseña para poder ingresar al piso completo que había alquilado Santana. Asistió y el mexicano le reiteró la posibilidad de unirse a su grupo. Santana siguió su gira, pero mantuvo su ofrecimiento.
Una carta manuscrita enviada a Tilo desde Alemania confirma lo ocurrido: «Yo aspiro por direcciones diferentes musicales pero si tengo en mente trabajar contigo aunque sea en un disco pues me inspira lo que tienes que decir desde tu corazón».
La misiva es, quizás, uno de los mayores tesoros de Tilo debido a que la anécdota del encuentro ha trascendido y ha motivado sinnúmero de publicaciones y entrevistas en medios de comunicación. «Yo andaba de hippie, andaba de afro. Me echaba mis puritos, licor y todo. No estaba muy interesado yo […] Entonces, yo necesitaba un representante que me diera a entender que era mi oportunidad y, a la vez, que fuera mi vocero. Entonces, todo se vino durmiendo, se vino durmiendo, se vino durmiendo. Fue frustrante».