Hoy sentí su abrazo felicitando mi cumpleaños como un lazo justificativo de sus angustias. No cálido, sino convencional. Son mis 78, a un paso del promedio de vida de nuestra especie. Así que va quedando este escrito casi póstumo y por ende irrelevante y necio… pero nos seguimos queriendo en el avatar del tiempo, sin rencores ni sufrimientos. Hoy me seguirá entregando ese amor sincero, sin prejuicios ni adormecimientos: ¡vivo! Como aman los poetas en este mundo de perversos.
Claro que no puedo olvidarme de la frivolidad, la apatía, con que las clases demarcadas por la sociedad humana miran nuestro proceso civilizatorio signado por la selección natural. Los juegos que se han inventado asesinando la naturaleza, algunos de los monos que se bajaron de los árboles se quedan cortos frente a los otros monos que inventaron bombas atómicas en una carrera desenfrenada por mantener su supervivencia, pero todo sigue siendo absurdo darle calidad humana a la guerra. Otros monos que se bajaron se hicieron científicos, espiritualistas, artistas, poetas, pero estos terminaron hambrientos, desclasados, o sea que para los verdaderos creadores no hay espacio en las «humanas» sociedades.
Sería que en el desarrollo evolutivo aquellos homínidos, a su vez, venían ya marcados por diferentes estratificaciones; lo cierto es que la especie «capitalistus under bich mother dolars» se convirtió en el omnímodo poder en todas las latitudes de la evolución humana.
Sentir tus manos y tu corazón acariciándome cada instante, en una mirada.
Saber que nos amamos profundamente le da una tranquilidad a mi alma.
Saber que sí existe el amor, ese otro que suspira inflexible, sumido en el encantamiento de la existencia.
Saber que lo idílico es posible cuando dos seres se entregan en una cosmogonía fantástica e imperecedera, la verdadera conjunción de humano ser.
Volviendo la mirada a ese hecho en que se bajaron los homínidos de los árboles y jamás perdieron ese prefijo de «homos», y que virtualmente aún los impulsa a saltar de rama en rama, hacer payasadas llamadas hoy política, come bananos con la misma fruición y modo de desgajamiento que en su época primitiva.
Recordemos, creo que en esa etapa de convivencia entre machos y hembras reafirmaron sus diferentes intereses: las hembras perdieron el gusto por la fuerza empeñada del macho en las labores de subsistencia y se quedó viviendo entre las ramas a expensas de las decisiones de quien se llamaría posteriormente el rey de la selva, y nació el machismo. Ella, atrapada en sus monerías, allá se quedó ínfima y sola, al servicio de; y pasaron miles de años, imperios, edades geológicas, hasta apenas unos años que se logra en determinados países algunos avances de liberación, mientras que en otros, hoy, la retrogradación es ofensiva al desarrollo humano, al punto de esconder la belleza al ser más maravilloso por orden de las convicciones religiosas más obsoletas y periclitadas…
Nos amamos definitivos aun al borde del abismo ecológico en que nos encontramos, o sea, a la orilla del hoyo, decolorados, ansiosos, y la ansiedad es agonía. Diabetes, cardiopatía, topando los «by-pass», cataratas, agotadas las bisagras, avanzando a pasos acelerados el alzhéimer, recrecido el corazón y no para que lo alaben por grande justamente… bueno, se me escapan otras fortunas, pero volvamos al amarnos como inevitable esperanza para recapitular el presente en la espera de una tierna mirada, un beso entre labios trémulos; un beso y en el pensamiento los deseos de amarse y vivir.
Los deberes informan a tu subconsciente la mecánica del programa de vida, acciones impuestas para intentar ordenar la casa, primero la interior luego la exterior; así «debería» ser el orden, pero finalmente otros intereses chocan con tus decisiones y la vida se convierte en un caos, hasta que llegamos a las riberas del otrora caudaloso río y tenemos que pensar en la entrega a esa corriente que nos llevará definitivos a convertirnos en polvo… ¡Y qué bueno que hayamos llegado ahí, al borde de la fastuosa naturaleza, límpidos y abarrotados de amor!