Fueron una vez los árboles a elegir rey sobre sí, y dijeron al olivo: reina sobre nosotros. Mas el olivo respondió: ¿He de dejar mi aceite, con el cual en mí se honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Y dijeron los árboles a la higuera: Anda tú, reina sobre nosotros. Y respondió la higuera: ¿He de dejar mi dulzura y mi buen fruto, para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron luego los árboles a la vid: Pues ven tú, reina sobre nosotros. Y la vid les respondió: ¿He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron entonces todos los árboles a la zarza: Anda tú, reina sobre nosotros. Y la zarza respondió a los árboles: Si en verdad me elegís por rey sobre vosotros, venid, abrigaos bajo de mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano».
Reflexionando sobre esta parábola bíblica de los árboles del bosque, en el artículo anterior escribí sobre la búsqueda desesperada que viven las personas que no tienen líderes, búsqueda que se ha expresado de muchas maneras a lo largo de la historia. Esa búsqueda angustiosa ha llevado a los pueblos a equivocarse y a fracasar, al promover personas que han sido verdaderos demonios al frente de sus países u organizaciones. Tenemos el ejemplo de la Alemania de Hitler, quien llegó al poder en momentos de gran desesperanza y necesidad de liderazgo; lo mismo podemos decir de Venezuela, con la llegada de Chávez, que aún sufre bajo el Gobierno de su sucesor. Situaciones de las que no hemos estado muy lejos en nuestro propio país.
El problema es que cuando los hombres y mujeres de bien no están dispuestos a aceptar y desempeñar el liderazgo que se requiere y les dejan el camino abierto a los malos líderes, a los oportunistas que terminan siendo nocivos y destructores del bien común, porque no tienen en realidad nada que aportar, sino solo saquear, destruir y dañar, como la zarza de la parábola.
Por esto hago un llamado a los hombres y mujeres de bien de nuestro país, de nuestras iglesias, de las organizaciones sociales y otros sectores a responder al reto que las circunstancias que vivimos nos demandan. Este es un llamado a aquellos que tienen algo o mucho que aportar, que tienen dones y habilidades con las que pueden bendecir a las personas, a disponerse para asumir el liderazgo que no podemos seguir dejando en manos de los oportunistas, que a semejanza de la zarza solo pueden promover incendios, sacar provecho de las circunstancias y destruir con su incapacidad y negligencia.
Por lo tanto, estimados compatriotas, amigos de la misma tierra, compañeros de milicia, hermanos de iglesia; todos aquellos que tienen aceite como el olivo para sanar a los heridos, o que tienen higos para endulzar la vida de los que han estado amargados, o los que tienen vino para traer alegría sobre aquellos que están entristecidos; den un paso al frente y respondan aceptando el reto del liderazgo que su misma gente les suplica o les demanda, no den un paso al costado, no se nieguen, ni abdiquen del llamado celestial que se les hace por medio de la gente abatida y cansada del falso liderazgo, de líderes aprovechados y dañosos.
Porque así nos ha mandado el Señor nuestro Dios para que seamos por salvación de las personas, por luz de las naciones, para que los pueblos se regocijen y glorifiquen a Dios.