En los últimos años de la guerra civil que sufrió El Salvador, Marina Haydee Martínez era una joven que había apostado su educación superior a la carrera de Derecho. No hubo intervención militar ni ofensiva que la hiciera desistir de ingresar a la facultad más perseguida en ese momento, en la Universidad de El Salvador.
Siempre tuvo afición a los programas que tocaban temas de justicia, luego su sensibilidad hacia las víctimas y, por último, algunos casos cercanos la terminaron de afirmar en su decisión: iba a ser abogada de la república de El Salvador «para lograr que las personas tengan justicia», decía en aquel momento la joven promesa de las leyes.
En medio de un país en lo más álgido de la guerra y la pronta firma de los Acuerdos de Paz, Marina ingresó en 1994 a la Fiscalía General de la República (FGR). Un año después se graduó de la universidad.
Ese sería el primer paso para una carrera profesional de 28 años en la institución, donde fue ascendiendo con puestos de jefaturas y mandos de liderazgo hasta el día de hoy, en el que dirige la recién creada Fiscalía Adjunta para la Mujer, Niñez, Adolescencia y otros Grupos Vulnerables.
Marina ingresó a la FGR como colabora jurídica en un área llamada Intereses del Estado. De aquí empezó su recorrido por varias jefaturas. La primera fue en 1998, cuando la institución pasó por un proceso de descentralización y se buscaron perfiles para abrir sedes fiscales a escala nacional. En cada oficina armaron equipos y le propusieron estar al mando de la Unidad de delitos contra la niñez, adolescencia y mujeres. En esta jefatura tuvo a su cargo 13 fiscales.
En dicho cargo se desempeñó por 10 años, hasta que en 2007 la ascendieron a jefa de la oficina fiscal en el puerto de La Libertad. «Prácticamente es una fiscalía en chiquito. Allí se representa al fiscal general en esa sede, en esa zona, por lo tanto el compromiso y las funciones son de mucha más responsabilidad administrativa y del manejo de los casos», comenta la fiscal.
NUEVOS RETOS
Dos años después, sube su responsabilidad cuando la nombran jefa de la oficina fiscal de Santa Tecla estando a cargo de 76 personas.
En 2013, recibe otro ascenso a jefa de la Unidad Especializada de delitos de hurto y robo de vehículos. No pasarían más de tres años, cuando en 2016 se estrena una nueva jefatura y ella se convierte en la primera en ser nombrada fiscal especial de igualdad de género.
«En el tiempo que tengo de estar acá, en la institución, me ha tocado también venir a construir porque en 1998 nos tocó a nosotros construir de cero e ir a montar una sede fiscal y nos tocó definir cómo íbamos a llevar los casos. Igual, la jefatura de género era algo nuevo; además, se vino un avance en el tema de los derechos de las mujeres y se vienen a consolidar algunas acciones que ya se estaban trabajando pero que estaban dispersas», recordó.
Al año siguiente, nuevamente es promovida y asume la jefatura de la Unidad de Género con una cobertura tanto para lo interno como lo externo de la institución.
Par 2019, la fiscal recibió un nuevo reto al asignársele la Dirección Nacional de la Mujer, Niñez, Adolescencia, LGBTI y Grupos Vulnerables, y asumir la responsabilidad de coordinar a nivel nacional con todas las oficinas fiscales el trabajo con un enfoque victimológico, de género y de derechos humanos.
La fiscal explica que lo principal en el enfoque ha sido que la víctima sea la razón de los servicios de la institución.
El último gran ascenso lo vivió a finales de octubre de 2021, cuando el fiscal general, Rodolfo Delgado, decidió crear una Fiscalía Adjunta de la Mujer, Niñez, Adolescencia y Otras Poblaciones Vulnerables.
«En ese sentido, para mí, sí es satisfactorio el hecho de que paso a paso hemos venido avanzando, que el trabajo que se inició en aquellos años ahora estamos viendo los frutos. Tenemos desafíos ahora al contar con una fiscalía adjunta y estamos apostando mucho en la atención y abordaje a las víctimas con modelos de atención integral, donde la victima recibe ya un trato totalmente diferente con personal especializado, con personal sensibilizado para escucharlas, tener la empatía con ellas y también que sepan que hay una institución que las está apoyando», comenta desde su oficina la fiscal.
De aquellos años de colaboradora jurídica sigue quedando la necesidad de trabajar por la justicia, de que las mujeres no padezcan violencia de ningún tipo ni en sus hogares ni en otro lado, de que las mujeres cuenten con igualdad en sus centros de trabajo y en las oportunidades.
De las experiencias de mujeres en la universidad que padecieron acoso sexual, de las que no tenían las mismas oportunidades para acceder a un trabajo, de las que vivieron violencia y nunca dijeron nada «porque era un problema de pareja y nadie se metía», y de otros casos que ha visto en su larga trayectoria, sigue buscando cerrar esas brechas de desigualdad.
En sus casi tres décadas de labor se ha mantenido firme en sus metas, trabajando y siendo propositiva. No recuerda haber sido discriminada en la institución por ser mujer y tampoco en su trabajo articulado con la Policía Nacional Civil en momentos o reuniones en los que ella era la única mujer y presidía las mesas. De hecho, celebra que en la institución no ha padecido diferencia salarial entre sus pares hombres.
Comenta que siempre ha antepuesto el trabajo en equipo, el respeto entre sus congéneres y compañeros y demuestra su capacidad en cada tarea asignada. En resumen siempre ha caminado con actitud, conocimiento y entereza, las tres palabras con las que creció y ha trabajado por casi tres décadas.
Como ella, muchas mujeres cada día abren brecha y rompen con ideas y espacios que han sido pensados solo para hombres. Por no duda en compartir un mensaje a todas las mujeres: «A las jóvenes, que persigan sus metas, y a todas que son valiosas y tenemos que luchar por las mismas oportunidades, porque todo es alcanzable. Todo es posible».