La pandemia por la COVID-19 está lejos de terminar. Sin embargo, la forma en la que los pueblos y sus gobiernos la han enfrentado sí ha mostrado enormes diferencias. En la medida en que se mantengan descongestionados los servicios médicos para atender a los pacientes realmente graves, así se puede evaluar el éxito o no de una estrategia pública para enfrentar el coronavirus.
La primera ola de contagios, el año pasado, tomó por sorpresa a muchos países, a pesar de que había noticias sobre el brote en la ciudad china de Wuhan y que por la facilidad de comunicaciones y transporte era solo cuestión de tiempo para que el virus se esparciera por todo el mundo. En El Salvador, el Gobierno de Nayib Bukele tomó medidas para retrasar al máximo la llegada de la COVID-19, tiempo que se utilizó para recuperar la red hospitalaria —dejada en pésimas condiciones por los 30 años de abandono durante las administraciones de ARENA y del FMLN— e incluso ampliarla con un hospital especializado en el tratamiento de la nueva enfermedad.
En esos momentos, la prevención era la única forma de combatir el coronavirus. Poco a poco, gracias al trabajo incansable de médicos, investigadores y científicos, varios laboratorios lograron encontrar, en tiempo récord, la vacuna anti-COVID-19. Nuevamente, El Salvador pudo tener acceso a las vacunas gracias a las gestiones del Gobierno con las farmacéuticas y con organismos internacionales.
En estos momentos, el país ha logrado poner una dosis al 50 % de la población meta. Otro porcentaje de la población ya recibió el esquema completo de vacunación, mientras que el proceso de inmunización avanza de manera masiva, aplicándose desde ayer dosis a los mayores de 18 años.
Es importante que todos tengamos en cuenta que ni siquiera recibiendo las dosis, de cualquier fármaco, se tiene la inmunidad. Las vacunas han mostrado ser efectivas para prevenir las complicaciones inherentes a la COVID-19 y evitar que un paciente se ponga grave o que incluso fallezca. Al tener la vacuna debemos mantener las medidas de prevención, como el uso de mascarilla en espacios públicos, evitar las concentraciones de personas y evitar el contacto físico, además del continuo lavado de manos y el uso de alcohol en gel.
El coronavirus ha venido a quedarse. Por eso necesitamos adoptar una estrategia a largo plazo para mantenerlo a raya. La facilidad con que se adapta y crea nuevas variantes es un peligro que debemos tomar en cuenta para nunca descuidar las medidas de bioseguridad. Entre todos podemos vencer la enfermedad, pero es un esfuerzo continuado y permanente para que la enfermedad no llegue a nuestras familias.