Desde la llegada al poder de Hugo Chávez Frías, en febrero de 1999, Venezuela dio un giro de 180 grados con respecto a su clase política y el sistema social, y sucumbió al llamado socialismo del siglo XXI, frase inventada por la marxóloga Marta Harnecker, para sentar las bases de un régimen autoritario y antidemocrático.
Mientras la danza de los millones de petrodólares sonó, cambiaron la Constitución, nominaron República Bolivariana a Venezuela y adoptaron el lema «Patria, socialismo o muerte». La caída de los precios del petróleo conllevó para Venezuela sustituir el tráfico de petróleo por la cocaína como sustento económico, valiéndose del cartel de los Soles, conformado por militares venezolanos dirigido por Diosdado Cabello, Nicolás Maduro y Vladimir Padrino, según la Administración de Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés). Los hombres de Chávez estaban más ligados al petróleo, los de Maduro más al tráfico de cocaína. El actual fraude es dirigido por la cúpula venezolana que transformó Venezuela en un narco-Estado. Todos tienen recompensa de hasta $15 millones por su captura. En abril de 2013, tras la muerte de Hugo Chávez (1999-2013), el vicepresidente Nicolás Maduro ganó la elección presidencial con el 50.62 % de los votos. Henrique Capriles, candidato opositor, adujo un fraude, pero no evitó que Maduro asumiera el poder. El 20 de mayo de 2018 ganó su reelección con el boicot de la oposición. El congreso, dominado por la oposición, nombró a Juan Guaidó presidente interino y reconocido por 60 países, pero en abril de 2019 fracasó un golpe de Estado militar pro-Guaidó.
El 28 de julio pasado en las elecciones presidenciales se cometió de nuevo un fraude que dio como ganador a Nicolás Maduro con el 51.2 % de los votos frente a un 44.2 % de los sufragios de Edmundo González. El Consejo Nacional Electoral no mostró las actas y no ha aceptado hasta el momento ningún arbitraje, por lo que la reacción internacional no se hizo esperar. El presidente Nayib Bukele tuiteó el 29 de julio: «Lo que vimos ayer en Venezuela no tiene otro nombre más que fraude. Una “elección” donde el respaldo oficial no tiene relación con la realidad. Algo evidente para cualquiera. Rompimos relaciones diplomáticas con Maduro desde hace cuatro años. No las reabriremos hasta que su pueblo pueda elegir a sus líderes en elecciones de verdad».
Desertores y altos funcionarios del régimen, como el general Hugo «el Pollo» Carbajal, exjefe de inteligencia militar o el exjefe de seguridad de Hugo Chávez el capitán Leamsy Salazar, han acusado en EE. UU. al Gobierno de traficar la cocaína de los carteles de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, que desde territorio venezolano se envía a EE. UU. y Europa, convirtiendo a Venezuela en el centro mundial del tráfico de cocaína.
Las riquezas de Venezuela, posee las mayores reservas de petróleo del mundo, y su situación geográfica la han convertido en una república que goza del respaldo de Rusia, Irán, China, Bielorrusia, Norcorea, Siria, Bolivia. Lo cual complica una salida militar para su problemática. Venezuela conforma geográficamente «el bajo vientre» de EE. UU., junto con Cuba y Nicaragua. Al recuperar Venezuela la región del Esequibo, en disputa con Guyana, estaría asegurando para las potencias rivales de EE. UU. el mar Caribe.
China tiene una enorme influencia económica y Rusia, militar. La deuda de Venezuela con China asciende a US$59,200 millones, según el Instituto Inter-American Dialogue, distribuida en 17 préstamos. Venezuela comenzó a comprar armamento a Rusia luego de que en 2006 EE. UU., su usual proveedor, frenó sus exportaciones de armas al país. El régimen de Maduro tiene cierto arraigo entre la población y el apoyo de los asesores cubanos que manejan todo el control territorial.
Un cambio en las estructuras de poder de Venezuela es difícil, aunque la oposición tenga el respaldo de las democracias occidentales y de EE. UU., sobre todo ahora cuando se están librando guerras en el mundo para una readecuación de un nuevo orden mundial.