Los acontecimientos relacionados con la independencia de Centroamérica permanecen todavía dispersos, escasos de discusión, de difusión, de divulgación y de un conocimiento extendido a los más amplios sectores. En todo caso, me parece que se trata de construir el hilo conductor que nos muestre el camino del proceso histórico, en medio de la gran cantidad de acontecimientos y de intereses en pugna. Es posible que necesitemos de algunos criterios que nos pueden ayudar a encontrar ese hilo conductor al que me refiero. Creo que nos pueden ser útiles los siguientes elementos:
En primer lugar, nos parece que, frente a los tres momentos históricos de 1811, 1814 y 1821, es el primero, el 5 de noviembre de 1811, el que tiene un real contenido popular. En esa ocasión, el pueblo derrocó el poder español y estableció un nuevo poder. Este es el que, en términos populares, resulta ser el verdaderamente importante, porque en 1814 se destaca la represión contra los independentistas, y septiembre de 1821 resulta ser una conspiración de las élites políticas, económicas e intelectuales de la época, que estaban interesadas en que el pueblo no participara y se mantuviera al margen. Esta afirmación se fortalece cuando leemos que en el artículo 1 del acta de independencia se expresa que hay que evitar que el pueblo haga la independencia, porque eso tendría consecuencias funestas. Se trataba de las élites tomando decisiones a espaldas del pueblo de la época.
En segundo lugar, si bien es cierto que en el proceso de independencia influyeron factores externos como los ocurridos en España, con la invasión francesa de 1808, la captura de los reyes españoles por Bonaparte, y su prisión en la ciudad francesa de Bayona, o la Constitución de Cádiz de 1812, o el levantamiento en 1820 de Rafael del Riego, acontecimientos todos que contribuyeron a estimular las acciones independentistas, fueron los acontecimientos internos en la sociedad colonial de la época, en el Reino de Guatemala, los verdaderamente determinantes para definir el curso de los acontecimientos. Aquí funcionaban clases sociales cuyos intereses económicos chocaban con los monarquistas de Guatemala, y ya no digamos con los monarquistas de Madrid. Los opositores a la monarquía española de Fernando VII no eran, sin embargo, simpatizantes con la independencia de sus colonias en América. Esta crisis monárquica de la metrópoli, en la medida en que debilitó su control sobre sus colonias en nuestro continente, abrió las posibilidades para que la independencia fuera un objetivo de lucha real en el continente, desde México hasta el Río de la Plata. No obstante, fueron los acontecimientos internos los determinantes y decisivos para la independencia, aunque sea cierto que el proceso de independencia en América, como casi todo proceso político, contó con el juego de factores externos, que no son, sin embargo, parte de los procesos locales.
En tercer lugar, el otro factor motorizador es el juego de las contradicciones entre los intereses de los criollos locales, tanto entre sí como con la metrópoli. Por eso, la aplicación de las reformas borbónicas que respondió a las necesidades económicas de la corona española, que necesitaba financiamiento para sus guerras, fue una vibrante campana indicando que había llegado la hora de deshacerse de los gachupines o de los godos, sobre nuestras tierras. La pista de los acontecimientos habrá de seguirse a partir de los intereses materiales concretos que explican las conductas políticas de los protagonistas, sin atenerse a ideas sobre la libertad o independencia, sino a esos intereses materiales, fuera de los cuales los acontecimientos pueden resultar caóticos y sin ningún hilo conductor. Esta es una manera bastante segura de explicar la conducta política de los sujetos y de los actores.
Para quien reflexione y estudie los acontecimientos históricos, creo que es necesario situar a los personajes participantes en las contiendas independentistas como hombres y mujeres de su tiempo, como sujetos, como alguien capaz de definirse en un momento histórico, fijando sus propósitos, objetivos, sus amigos, aliados y enemigos, y pensando también en ciertos plazos.
Resulta inevitable que quien reflexione sobre los acontecimientos llegue a cierta convicción a favor o en contra de la conducta política de los protagonistas. Es clave evitar convertirse en juez en la historia, aprobando o condenando conductas. Solo eso nos puede permitir una aproximación útil a la comprensión que necesitamos alcanzar. No conviene olvidar que quien estudia o escribe sobre la historia está mirando el pasado, pero desde el presente. Todo el ejercicio de la reflexión es un viaje emprendido desde el presente hacia el pasado en busca de la verdad, y esta siempre será relativa, pero será un conocimiento alcanzado.
El estudio de nuestra historia independentista nos ofrece una lista de momentos dramáticos y casi trágicos. Desde el principio se pierde la oportunidad de construir Centroamérica y, en su lugar, aparecen cinco endebles y pequeños países, sin mayores posibilidades. Luego estallan las guerras por esa Centroamérica inalcanzable, y más de 200 años después esta ha sido escenario del control de una serie de familias poderosas de países extranjeros, de organismos internacionales y de dictadores. Y ahora, cuando el planeta es escenario de una lucha entre un mundo multipolar que lucha por aparecer y un mundo unipolar que lucha por no desaparecer, cada pequeño país de la región tiene una política diferente ante este decisivo momento histórico y, pase lo que pase, siempre hemos de saber que lo que está en juego es el poder, los intereses materiales de los bloques dominantes y los intereses de los pueblos. Es en este escenario, y no en otro, donde se escribe la historia.