Este 15 de septiembre, el discurso del presidente Nayib Bukele fue el más propositivo en su contexto. Independencia, soberanía y libertad, los conectores esenciales y concretos para definir los procesos de su actuación política hasta hoy y su proyección hasta el fin de su mandato. Desglosó de una manera resumida la historia de El Salvador en estos últimos 201 años de una supuesta independencia conquistada, pero que no ha sido soberana ni el país ha sido realmente libre. Y una independencia sin soberanía ni libertad, obvio de toda obviedad, no ha existido (y cuidado si no es la historia de casi toda Latinoamérica).
Desde la «separación» de los colonizadores hasta hoy, los actores mismos de aquellas gestas de independencia han sido manipulados, intervenidos, dependientes de factores externos en su vida política, económica y social. Cuando no el imperio norteamericano, el imperio ruso, las transnacionales europeas o asiáticas, en fin, siempre una DEPENDENCIA, y perdonen las mayúsculas, pero ese es el centro del discurso proposicional, lógico en el discurso del presidente: entonces, no nos hemos independizado de los colonizadores jamás, es la determinante en el discurso, y lo que propone hoy la oposición es continuar con esa historia, doblegarnos a los intereses transnacionales siempre, lo que implica la anulación de nuestras iniciativas propias de prosperidad, la anulación de toda propuesta política en el marco de nuestra seguridad social: de nuestro destino.
«La retórica se basa en lo verosímil: mediante el razonamiento se debe demostrar aquello que la gente cree posible. Para ello, quien emite el discurso se vale de la lógica del sentido común: lógica de opinión pública. Aristóteles la define como más vale un verosímil imposible que un posible inverosímil». Este enunciado se traduce en la fe que pueda tener en su propuesta política, y en el discurso del presidente convenimos «lo inverosímil posible», por la trascendencia de su actuar durante su mandato hasta hoy. Como idealista, soñador, propuso villas y castillos, pero la realidad social de nuestro país, vista desde su magistratura, con lupa, con una conciencia revolucionaria que le determinó la diferencia entre las falacias de un suigéneris idealismo y las miseras y calamidades que vive su pueblo; además, dentro de una situación excepcional de pandemia, hoy nos muestra en la dialéctica del discurso debe hacer lo inverosímil posible, y por ello su gestión se dedicó a la salud y la educación del pueblo. Ha puesto total énfasis en esos rubros, sin olvidarse de problemas estructurales del país. Pero su mayor énfasis ha sido la inseguridad ciudadana, que en todos los análisis de la situación salvadoreña resulta ser el mayor problema, la causa de casi todos los males que nos aquejaban en el devenir de nuestra historia, justo por esos 200 años de guerra a los que nos han sometido los políticos de turnos entregados a la dependencia de los anteriores y posteriores colonizadores que nos causan las miserias sociales y espirituales que padecemos hoy: los 3 millones o más de compatriotas que han huido del país creando la descomposición familiar, y otras graves consecuencias.
«Dentro de las leyes lógicas, para que un enunciado pueda considerarse proposicional, solo se debe definir si es verdadero o falso» .
En el discurso del presidente este 15 de septiembre no se aprecia ninguna falsedad, porque al menos políticamente, en primer lugar, ha enfrentado el problema fundamental, la inseguridad, con sus altos y bajos; sin afirmar que fuese una actuación perfecta, pues tiene variables, confusiones y hasta debilidades que denuncia la oposición, pero lo más importante es que lo que se creía inverosímil de hacer como detener ese «camino que nos llevaba a una nueva guerra», como lo dijo en su discurso, se ha detenido en lo posible: Sí, se camina con mayor confianza y seguridad en todo el país. Sí, se respira tranquilidad y libertad de tránsito con la eliminación de cobradores de renta en casi todas las comunidades. Como decíamos antes: un gobierno que ha tenido las verijas para enfrentar decididamente el mayor problema social y económico para nuestro desarrollo.
Otra parte fundamental de su discurso de lógica proposicional fue declarar su decisión de participar como opción en las próximas elecciones, y demostró ampliamente sus posibilidades, y sobre todo quedan esas aspiraciones en las esperanzas del pueblo para que continúen esas acciones contra la violencia criminal generalizada y auspiciada por sectores interesados en desvirtuar la lucha en procura de la paz. Como él lo dijo, será el pueblo democráticamente el que determinará esa continuación o no de este gobierno. Muy acertadamente demostró que en más de 40 países la reelección es posible integrarla a la Carta Magna. Tenemos la decisión en nuestras manos.