Respecto del tema tratado en esta ocasión, el maestro Mehmet Murat İldan expresó: «El silencio es un dador, ¡te da algunas cosas!; el ruido es un receptor, ¡te quita algunas cosas! ¡Busca el silencio!». Ciertamente, tratar este asunto del silencio como postura teórica y filosófica es compleja, y más aun cuando se quiere exponer de forma cotidiana pero profunda un elemento nuevo, es decir, el ruido como un fenómeno físico y metafísico que quita paz y no aporta casi nada a la vida.
Si bien es cierto que escuchar es fundamental tanto para adquirir conocimiento como para lograr un equilibrio de armonía social, menos cierto es que prestarles atención a los seres ruidosos también es pérdida de tiempo y hasta peligro en la salud mental y social de los pueblos. Esto del ser ruido hace un tiempo lo leí en un hermoso y sencillo libro de Albert Espinosa. En uno de sus capítulos habla de los seres ruido y creo, a título personal, que es de gran relevancia exponer esta idea bajo mi concepción filosófico-mística.
Ya lo expresaba el escritor mencionado: «Los ruidos están vacíos y es por ello que resuenan tanto». Pues bien, vale la pena dejar claro que lo dicho por Espinosa es ante todo una realidad que se vive a diario; el ruido de un ser, o más bien el ser ruidoso, quita y poco da, es ante todo un vacío lleno de nada y que solo busca hacerse presente en la realidad como llamarada de tusa. El que tiene mucho adentro da mucho, pero en calma; el que poco tiene adentro da mucho de su nada, pero en caos.
El ser ruidoso es una condición que va en aumento, de ahí que cada vez más todos los sectores, el educativo, el social, el religioso y a veces el político, ofrecen más y más ruido sin contenido, más de todo sin nada. El ruido desvía la atención de lo importante, por lo superfluo, pero se muestra como luz o verdad enriquecedora, sobre todo porque divierte. La diversión se ha convertido en el noble patrón y el aprendizaje en el vasallo. ¡Cuidado con esta realidad pútrida!
Me gustaría exponer un breve refrán popular que la gran tradición zen ha planteado por siglos: «La carreta suena más fuerte cuando va sin carga, mientras que la carreta que va llena hace menos ruido por la carga». El ser que más tiene y puede dar es calmo y pedagógico para ofrecer, el que nada o casi nada posee en su interior mental y espiritual hace vasto ruido, pues carece del peso que permite el menor ruido en su existencia. Cuidado con toparse y escuchar al ser ruidoso.
Menesteroso es saber caminar y observar la vida y sus signos, pues en ello se llega a saber de buena tinta a los seres silenciosos y a los seres ruidosos, y por tal aprender a detenerse a escuchar con los primeros y aprender a pasar de largo con los segundos. Pues al final, si la persona ha venido al mundo a aprender y amar, entonces el ruido aleja del amor y de la verdad. No se deje por nada en este mundo alcanzar y manipular por el ruido de esos seres que interés no tienen de enseñar.
Por tanto, hay que tener claro que en la vida hay dos caminos: el del silencio que aporta paz y conocer sabio y el del ruido que aporta ilusión y desdicha. Insisto, solo quien es capaz de callar puede construir sabiamente y solo quien no es capaz de callar puede destruir ingenua o dolosamente. Al final, no se trata de una apología sobre el anacoreta y su silencio de vida, no, todos tenemos y vivimos en un mundo ruidoso, pero de ahí la capacidad de mantener el silencio y la paz en la mente y el corazón.
Filipenses 4:7 enuncia al respecto: «Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús». Hay que buscar la paz, y eso solo lo da el silencio sabio, mientras menos ruidos hay en la mente y las acciones más seguro es el alcance de lo ofrecido, que, ante todo y sobre todo, podamos alejarnos de los seres ruido, que son vacíos de entendimiento, conocimiento y sabiduría.