¿Acaso no hay mayor dolor interior que ser, hacer y sentir aquello que no representa lo que realmente hay en su ideal y corazón? La vida es tan intensa, y por tal breve, que desperdiciarla en caminar un sendero oscuro y sin ningún interés para uno es más que traicionar a la vida misma. Siempre hubo y habrá lugar para decidir y comenzar un nuevo intento por mejorar. Al final es de recordar que antes de venir ya todo es de alguien y al irse ya hay algo suyo, pero inmediatamente pasa a ser de alguien más.
Si bien es cierto hay circunstancias en la vida en las que no se tiene total control sobre ellas, sí se puede tener intervención sobre lo que se siente sobre ellas y la importancia que le doy a ellas. Hacer aquello que no corresponde a la dignidad con la que ha sido entronizado en este mundo es tomar un sorbo de veneno a cada minuto de la existencia. Es ante todo dar la espalda al sagrado misterio de la vocación divina hecha humana.
Ya lo expresaba el escritor francés François de La Rochefoucauld: «Más traiciones se cometen por debilidad que por un propósito firme de hacer traición». Pues bien, la peor traición es la que se le hace a la propia vida, no por anhelo de autodaño, sino por cobardía de enfrentar lo complejo con tal de mantener la independencia y no decirse un «le quiero», un «le quiero» a sí mismo y no al otro pasajero.
De tal suerte, no ser y hacer lo que se está llamado es comer todos los días pan rancio, bebida sucia, ganar dinero mal habido, aunque sea honesto, alejar la felicidad del punto exacto donde debe aflorar, es decir, en el alma de un ser humano, que sabe bien que solo él podrá ante todo decidir sobre su paz y tranquilidad, tranquilidad que solo nace en el seno sagrado de quien dice no a lo inmoral y eterniza en su sagrario el sí a su moral.
Por tanto, traicionar la singularidad de uno mismo como la de otro es ante todo una bajeza que la mayoría comete quizá por desconocimiento o por exceso de ego. Sea como sea, es momento de reflexionar sobre ello y dar paso a esa frase sencilla pero trascendente: ¡ahora mismo! Es tiempo de parar y comenzar a disfrutar la inmensidad del interior de la verdad. La lucha fratricida contra el hambre ha de terminar con el sí y el ya.
Es así como trabajar en aquello que satisfaga el hambre exterior e interior es amar, pues si se trabaja en aquello que se detesta, aunque gane, siempre perderá, y por más que tenga posesiones siempre en la miseria vivirá. Así que a ser feliz y derrochar la aceptación de su verdad en pos del hoy y lo que dé felicidad. Armando un árbol de Navidad, en el que cada adorno tenga la sonrisa de quien, de ahora en adelante, se ha de amar.
Quizá y solo quizá es tiempo ya de exclamar con libertad y plena consciencia de construir un nuevo mundo en el que sea y haga aquello que le haga feliz, pues solo eso es liberación y plenitud de vida y amor. Aléjese de los que compran para agradar y de los que agradan al ofertar, solo estese con aquellos que son sin importar y que le dejan ser sin esperar. Es decir, los que sabiendo que quiere decir «sí» le animan a un no con peso y verdad.
Ya lo decía el maestro Eckhart Tolle: «La mayoría de la gente confunde el ahora con lo que ocurre en el ahora, pero son dos cosas distintas». El ahora le ofrece, lo que ocurre ahora le quita, ¿ve la diferencia? Pues bien, el ahora le llama y comenta que hay un apartamento para su existencia, lo compra o lo alquila, pero algo debe hacer, construir y desear, para que tenga sentido el esfuerzo del no y del basta ya.
Pero claro está, para realmente vivir con intensidad y con la plenitud de la vocación es necesario que diga «¡ahora mismo basta ya!». Basta a usted y basta a los demás, basta al miedo y a los que dirigen su vida; comience el camino de la verdad, de ser feliz y disfrutar, no como cuento de hadas, sino como realidad. El espacio en el que se desarrolla la vida tiene en sus anchas toda posibilidad.
Posibilidad de llanto y de risa, de cielo e infierno, de huella o de viento, al final usted decide si quiere ser un efímero recuerdo o una llama encendida que aun después de su apagado siga alumbrando más vidas, con ejemplo tomado de su propia savia henchida. Lea la vida, lea el Evangelio, lea el silencio de cada rincón, pero nunca más lea la triste historia de esa persona que vive siendo y haciendo aquello que no ama.