En el Museo de Arte (Marte), en San Salvador, se encuentra la exposición temporal «Aurora», de Natalia Domínguez, un proyecto autobiográfico y con autorretratos de la artista donde utiliza distintos procesos de exploración espiritual. «Me basé en el aire del héroe como metáfora, que es el encuentro del ser humano con un conflicto donde vienen las trabas, las dudas y en algún momento se encuentra con un tipo de camino espiritual que hay que emprender al sanar», indicó.
La muestra se divide en cuatro fases: luto, sanación, celebración y alegría. En cada una de las piezas no hay una ficha técnica como se acostumbra en el arte, sino que Domínguez se dio a la tarea de colocar textos poéticos para acompañarlas y que fueran parte de sus creaciones.
La muestra también se divide en varias series (de una o varias piezas), las cuales se transforman y adecuan según lo que ha experimentado en la vida.
«La primera comienza por la parte gris, luego está el encuentro con la oportunidad de sanar; después, la etapa de la celebración, y finaliza con el emprendimiento de la alegría. Este autorretrato tiene que ver con mi relación con la naturaleza y el mundo animal. Hay mucho paisaje, idea de lo ritual tomado desde lo autobiográfico, en el sentido de las herencias que tuve a partir de mi abuela», compartió.
El recorrido empieza con luto, dolor, violencia, que se representa con un tzompantli, que son los muros de cráneos de batallas en México, que sirven como trofeos y advertencias para los enemigos, y a la vez son sinónimo de poder.
«En la pieza en vez de crear cráneos humanos, creé cráneos de animales inventados y los mezclo con un sentido de trofeo a la violencia contra los animales. Se obliga al espectador a cuestionarse y decir qué lindo o fatal», dijo.
Luego se pasa a la serie «Esto se llama», que está comprendida por tres cuadros donde se observa la mutilación del cuerpo humano y la presencia de la naturaleza enflorando cada pedazo del cuerpo. Estas piezas las realizó a partir de un accidente que tuvo ella y donde estuvo a punto de fallecer.
Domínguez también recreó las estampas o ilustraciones que se publicaban en un medio impreso y que se llamaban «Amor es». Las retomó para formar 46 láminas de cerámica donde, según sus vivencias, expone sus ideas del amor.
«En algunos casos las piezas están al revés y en otras trato de ocultar o tapar el contenido siendo la manera en la que me voy relacionando en el amor y con el amor. También hay mucha violencia en esa noción. Además, es parte de las herencias que inculcó mi abuela», dijo.
Entre las piezas hay una que se llama «Sacrificio» donde se muestran campanas con animales mutilados en forma de cruz, con los que alude a la cruz Maya, y la idea era hacerlas sonar en una peregrinación para pedir perdón al volcán de Santa Ana. Alrededor de la cruz se encuentran flores, simulado una especie de ofrenda.
Otra de las series es «Tiembla la máquina», en la cual expone sobre el cambio que ha experimentado con la naturaleza y la cual observa con ternura. Los colores de las piezas comienzan a ser más vivos y positivos.
«Esta pieza tiene que ver con la máquina en relación al ser humano, la pérdida de fuerza de la máquina, su decadencia y el empoderamiento de la naturaleza sobre ella. En una hay un edificio lleno de tierra porque la naturaleza se logra apoderar a través del tiempo», detalló.
La segunda fase inicia con el volcán Pacaya, la pieza se llama «Supura con miel». Surgió cuando Domínguez llevó a cabo una caminata intuitiva por Centroamérica debido a la desesperanza y desesperación que experimentaba, debido a lo cual buscó refugio en los espacios naturales y expresiones espirituales.
En esta etapa hay varias series y una de ella la ha llamado «La certeza de donde viene» donde la artista, durante su viaje, realizaba bocetos que cada paisaje le iba transmitiendo. Es una especie de libro conformado por siete piezas basadas en los siete días de la creación.
Otra de las piezas dentro de esta fase se llama «Aipotu» (utopía, al revés) donde con un volcán y un video se muestra un cuerpo mutilado, pero floreciendo. Esta parte de la exhibición es un homenaje a la madre Tierra, el territorio, su feminidad y la tropicalidad.
Además, está la serie «La cueva», que refleja el poder que estos lugares tuvieron durante su viaje por Centroamérica por ser espacios que van de la oscuridad a la luz y donde es posible la conexión espiritual con los ancestros. El material de esta serie (de ocho piezas) es la estalactita.
En su exposición, Domínguez ha incluido la serie «Obrando la miel y el fuego», que son piezas interactivas; los cuadros contienen materiales que son ofrendados por ella y el público puede manipularlos.
El montaje «Por venir» se inspiró en la filosofía hawaiana del Ho´oponopono que se basa en el perdón. Este la forman cartas del Tarot donde cada una ha sido acomodada de tal forma que su significado sea siempre de esperanza.
Para finalizar el recorrido hay un saltarín y las personas están invitadas a usarlo. Se sugiere que salten 46 veces para dar vida a la pieza «Que venga la brisa». «Este es un llamado para provocar esa energía corporal y sacar la tristeza», explicó Domínguez.
La muestra estará disponible en el museo Marte hasta el 7 de mayo. Puedes visitarla de jueves a domingo de 10 de la mañana a 4 de la tarde.
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SOBRE LA EXPOSITORA
Natalia Domínguez, salvadoreña, nació en 1977. Estudió licenciatura en artes visuales y multimedia en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado en La Esmeralda, México. Ha presentado su trabajo de manera individual y colectiva en museos nacionales e internacionales.
Entre los principales premios que ha recibido destacan: Grant Y.ES y Hocus Pocus, 2018. Su obra forma parte del patrimonio del MOLAA Museo de Arte.