Cuenterete Teatro nació el 15 de agosto de 1985 y su nombre retoma un coloquialismo usado en regiones como Guazapa, al norte de San Salvador.
El grupo surge a iniciativa de dos jóvenes universitarios, entusiastas y convencidos de dar lo mejor de sí a la sociedad, en especial a los niños: Roberto Cruz Castro y Francisco Ramos.
Ambos integraban el Teatro Universitario, perteneciente a Extensión Universitaria, en la Universidad de El Salvador (UES).
Eran años difíciles. La guerra civil era cruenta. Enfrentamientos, bombardeos, desapariciones, masacres y persecuciones se registraban en el país.
La UES estaba cerrada, pero las actividades se realizaban en el exilio. «El teatro estaba en el exilio, en la tercera planta del Teatro Nacional, ahí ensayábamos; pero a finales de 1983 reabrieron la universidad y nos fuimos para allí», recuerda Francisco Ramos.
El Teatro Universitario tenía como titiritero permanente a Narciso de la Cruz Mendoza, conocido como Chicho, quien hacía teatro popular. Debido a su ausencia, Francisco Ramos es escogido para suplirlo; sin embargo, al principio se resistió, pues prefería las grandes obras y los grandes escenarios como el Teatro Nacional de San Salvador. Al final, logró permanecer con el grupo teatral principal y ocuparse de los títeres.
En 1985 tenía dos obras infantiles preparadas: «El Rabo», de José Ruibal, y «El falso faquir», de Alfredo Bagalio.
«Entonces, con Roberto fuimos a hacer las primeras obras […] Las dos únicas que tenía, una que era concordante con la cuestión revolucionaria. Lo de los perros es una analogía de la revolución, sobre las protestas, la muerte de la gente, etcétera, y la otra porque hablaba del sentido de la verdad para los niños. Fuimos a Guazapa, hicimos la función, la gente estuvo alegre, aunque Guazapa estaba siendo bombardeada».
Tras la primera obra, los titiriteros recibieron una segunda invitación para volver a Guazapa. Esa vez, cuando ingresaban al municipio decenas de personas se dirigían hacia ellos. Los universitarios imaginaron lo peor, que el pueblo había sido ocupado y la gente huía.
«Venía un tumulto de gente, niños venían corriendo hacia nosotros, adelante, y los jóvenes y adultos atrás. En esa época y en Guazapa, pues, algo pasaba, ya sea por la guerrilla o por el ejército. Le dije al motorista “¡Vámonos, demos la vuelta!” y el viejito me dijo muy sabiamente “Mire, no nos vamos a ir. Vamos a seguir despacito porque si es la guardia, la (policía) de Hacienda o el ejército nos van a disparar y nos van a matar”».
Para sorpresa de los visitantes la historia tiene un final feliz y que reafirma, también, su trabajo a favor de la niñez: «Seguimos hacia la gente, y esta es la parte bonita y que me da sentimiento, los niños, los jóvenes, venían hacia nosotros diciendo “Ahí viene el chunche. Ahí viene el cuenterete”. No hallaban cómo decirle a los títeres. A Roberto Cruz le sonó la palabra chunche y cuenterete. Las dos son un poco despectivas porque a los objetos les dicen pásame el chunche, pero también dicen cuenterete. A los que cuentan chistes en los velorios la gente les dice de forma expresiva “¡Este y sus cuenteretes!” Así que Roberto dijo que llamáramos al grupo Cuenterete y yo acepté. Roberto murió a los tres meses de un cáncer terminal, entonces, me quedé solo. Pero fue en Guazapa que decidí, junto con Roberto, dedicarme a hacer teatro para niños».
Un gran proyecto
Cuenterete ha tenido varias etapas en su evolución: de la guerra pasó a la paz, vivió el fin de un siglo y el comienzo de otro y Francisco siempre mantuvo el grupo. Recuerda a colegas que ya no están y épocas en que tuvo que dedicarse a otros proyectos profesionales.
En 1991 incursionó en la televisión. Suecia lo invitó a integrarse al programa Tierra de Infancia que se transmitía en Canal 12. Fue director artístico del elenco y guionista. El programa incluía una serie llamada En busca de la aventura, donde El Cipitío (Rolando Menéndez) actuaba. El director de danza era Roberto Navarrete, quien también dirigía el Ballet Nacional. Mientras que el coro lo dirigía Saúl López, quien perteneció al grupo de teatro Sol del Río.
El programa duró seis años. Del Canal 12 se cambió al Canal 21. «Era una revista infantil de niños para niños. Los adultos dirigíamos, pero eran niños lo que actuaban […] El trabajo de Cuenterete era menor, la televisión es absorbente», recuerda Ramos.
Después de la televisión Cuenterete fue el proyecto de tiempo completo para Francisco. Comenzó montando el cuento ecológico «Nuncajamás», de Rodolfo O’Meany. Luego vinieron giras nacionales con apoyo de la Red de Infancia y Adolescencia (RIA) y Plan Internacional para promover los derechos y los deberes de los niños. Tras los acuerdos de Paz, en 1992, diversas organizaciones se enfocaron en atender a la niñez para promover y hacer cumplir la Convención de los Derechos del Niño y de la Niña.
«Cuenterete Teatro tiene una política. Todas nuestras obras son artísticas, pero tienen un componente fuerte sobre la realidad que viven los niños, por eso decidimos también no agarrar obras de otros autores porque yo escribo las obras, soy dramaturgo. A la fuerza me toca escribir, produzco y soy director».
Cuenterete lleva un registro de todas las obras puestas en escena comenzando con «El Rabo», en 1985, hasta «Las caras de Cibercrimen» en 2023. En estas se incluyen las obras originales y escritas de Francisco: «El cuento de la amistad», «Las aventuras de Pepita, voy y vengo», «Sig 01 y el terrible caso Deroched», «Robapan», «De cuerdos y locos», «Las caras de Cibercrimen», «Gatina se va al norte» y «Travesía».
En total son 63 espectáculos que incluyen títeres en sus diversas modalidades (guiñol, bocón, bunraku, sombras chinas, teatro negro (con luz negra y títeres colores neón) y mixto, teatro con actores combinando títeres, espectáculos de pantomima, piezas teatrales con actores y máscaras, funciones de narración oral escénica (cuentacuentos). Hay formatos pequeños (de 15 a 30 minutos cada función) y formato grande (de 45 a 60 minutos).
LAS NUEVAS GENERACIONES
En 2009 comienza una nueva etapa para Cuenterete. Los jóvenes se interesan por formar parte del grupo y es así que ahora lo integran tres miembros permanentes (además de su fundador): Emanuel Merino, Alejandro Anaya y Valeria Cruz. Los dos primeros comparten su experiencia teatral.
«Estoy cumpliendo mi sueño»
Emanuel se consideraba un mal estudiante de bachillerato. Reconoce que le gustaba solo la asignatura de Lenguaje y Literatura. Al año siguiente de egresar logra trabajo en el área de cobros de un banco, pero no era lo suyo.
Un anuncio del periódico le alerta de pertenecer a un grupo de teatro amateur, pero comprendió que no era la mejor opción, aunque la experiencia le sirvió para decir que el teatro «esto es para mí».
Navegando por internet y con 24 años se entera de un taller de teatro en la Casa de la Cultura de Santa Tecla. El día del taller conoce a Francisco Ramos y Juan Salomón, de Cuenterete Teatro.
«Fran nos da la bienvenida y, a partir de ahí, la tallerización en trabajo corporal, pantomima, voz y movimiento. Luego, en el 2012 un taller para la elaboración de títeres, manipulación de títeres, impostación de voz en títeres, también impartido por Fran […] Luego se presenta la oportunidad para trabajar con la ONU y empezamos las giras en el país. Ahí entran compañeros nuevos, Alejandro Anaya y Valeria Cruz. Ellos son parte de la nueva generación».
Emanuel ya tiene 38 y ha participado en unos 20 espectáculos. Agradece el apoyo que recibió de su madre al informarle que dejaría su trabajo en el banco para dedicarse al teatro. «Mi madre es un ser increíble que nos apoya a mi hermano y a mí en todo, me dijo “Si es lo que vos querés, hacelo”».
Al preguntarle si se ha realizado en la vida, responde sin titubeos «Estoy cumpliendo mi sueño […] ¿Qué siento en el escenario? Algo mágico, la realización. Podría morirme mañana y muero realizado».
«Yo fui El Principito»
Alejandro Anaya se vinculó a Cuenterete por su hermano Emanuel, a quien le ayudaba llevando un registro fotográfico de cada función. Estudiaba Ingeniería en Sistemas, pero en el 2015 lo invitan a formar parte del grupo. Admite que no tenía ninguna experiencia teatral, pero solo para que se ocupara de aspectos técnicos como las luces del escenario. Reconoce que en ese mismo año sintió una «cosquillita» por hacer teatro y empezó unos talleres con Fran.
«En ese año también había una presentación de la obra de El Principio. No había Principito y ahí me engancharon […] Fui justo para el papel. Después comencé a tallerizarme».
Llegó al grupo a los 25 años y ahora tiene 32. Recuerda haber ensayado seis meses para su papel de El Principito y desde entonces a la fecha ha participado en unas 20 obras.
«Mi primera presentación fue en el Teatro Nacional con El Principito. Fue algo que me marcó mucho y fue lo que me terminó de enamorar porque pensaba que esto era algo momentáneo. A partir de ahí empecé a participar en otros montajes, como “La ropa nueva del emperador” y en diciembre de ese año comenzamos con la producción de “Las caras de Cibercrimen”. En 2016 comenzamos el montaje y la presentación».
Ha tomado talleres de teatro vivo que incluye voz, movimiento, expresión corporal, reconocimiento y posicionamiento en el escenario. Lo siguiente fueron los títeres desde su elaboración en las diferentes modalidades como hule espuma, cartón piedra, papel maché, guiñol, títeres mixtos, bonraku.
«En el 2016 empezamos a presentar en diferentes escuelas, con diferentes giras. No es lo mismo presentarse en el teatro, que en escuelas o lugares al aire libre que no tiene muchas condiciones, pero que permiten un acercamiento muy lindo con el público, en este caso con los niños, niñas, adolescentes».
LOS INICIOS
El fundador sobreviviente de Cuenterete es Francisco Ramos. De niño fue payasito en su barrio y al ingresar a la Escuela Nacional de Comercio (ENCO), en 1980, debe hacer una presentación a sus compañeros. Al no preparar nada opta por presentarse como payaso junto a otros amigos de infancia.
Decide estudiar de forma autodidacta, pero es con su maestro Jorge Alberto Jiménez, secretario general del Sindicato Gremial de Artistas y Variedades (SGAV) con quien logra una verdadera formación. Aprende dicción y actuación actoral del sistema Stanislavski. En la Escuela de Teatro SGAV aprende expresión corporal con el guatemalteco José Ansuátegui.
Conoce a Mario Tenorio, de Extensión Universitaria (UES), y con el tiempo se integra al Taller Libre de Teatro, que era dirigido pot Mario Tenorio. Tiempo después el Taller Libre se transforma en el Teatro Universitario (1983-1996). Estuvo en los grupos Calafateo y La Rendija. En este último escribió la obra infantil «La fiesta de la amistad». En 1985 nace Cuenterete Teatro, antes participa en un taller sobre las artes del muñeco con la húngaro-francesa Geneviève Vedrenne.