La Organización de Estados Americanos (OEA) fue creada en 1948, al suscribirse en Bogotá, Colombia, la Carta de la OEA, que entró en vigencia en 1951. Fue fundada para que sus Estados miembros gocen como lo estipula en su artículo 1: «[…] Un orden de paz y de justicia, fomentar su solidaridad, defender su soberanía, su integridad territorial y su independencia».
La OEA actual parece que se ha convertido en todo lo contrario, es que el hecho de querer tener cerca al exalcalde de San Salvador Ernesto Muyshondt para que sea un asesor o un vigilante de la impunidad en El Salvador, sabiendo que es una persona que enfrenta múltiples procesos penales y que lidera el desprestigio al Gobierno actual con cero objetividad, es un insulto a la inteligencia y al raciocinio del Gobierno y de la población. Además de ir en contra de todos los parámetros de la lógica.
Aplaudo la decisión de la Fiscalía General de la República (FGR) y de nuestro presidente Nayib Bukele de dar por terminado el Convenio de Cooperación con la Comisión Internacional contra la Impunidad en El Salvador (Cicies). Dicha comisión, operada por la OEA, tenía como finalidad, tal como su nombre lo indica, combatir la impunidad. Esta debería brindar asistencia técnica a la FGR y también propuestas de reformas de ley, como resultado del análisis de las propuestas de la «sociedad civil», lo anterior con la finalidad de implementar políticas públicas de prevención y detección de corrupción; pero al hacerle la OEA al exalcalde «un ofrecimiento por un contrato honorario», demuestra claramente que está en contra de todo el espíritu del convenio, quedando a cero su credibilidad. Traicionando la confianza que como Estado salvadoreño depositamos en ellos.
Tener al exalcalde en la Cicies era como tener un «infiltrado». Ahora sabemos que ese término no aplica, porque obviamente comen en la misma mesa. Es decepcionante que a la OEA no le importe el prestigio que tenía hasta hace poco, pero lo más preocupante es confirmar que no es un organismo transparente ni tampoco independiente.
La OEA día tras día pierde la credibilidad. El canciller mexicano Marcelo Ebrard manifestó recientemente que la administración de Luis Almagro ha sido una de «las peores de la historia» e incluso dijo que la OEA «facilitó el golpe de Estado en Bolivia, en noviembre de 2019», por mencionar un caso entre tantos.
Es que la OEA no quiere entender, algo que tampoco quieren entender «los de la lomita», ni la «sociedad civil», ni los «periodistas malcriados» y es que El Salvador ha cambiado, ya no pueden hacer lo que quieran con nosotros, no entienden que nuestra respuesta ya no será agachar la cabeza, hacernos los que no vimos o negociar con ellos para que saquen provecho a costa de los salvadoreños, no entienden que vivimos en un nuevo El Salvador y que hoy sí tenemos un Estado que responde al interés de la colectividad.
En la mirada de los salvadoreños existe un nuevo brillo, creemos y confiamos en nosotros hoy más que nunca. Hoy las cosas se van a hacer bien, si no, no se hacen; y esta ruptura del convenio es una clara muestra de ello.