El presidente Nayib Bukele llegó a su cuarto año de administración con una aprobación de más de 92%, un hecho inédito no solo en la historia nacional, sino también a escala internacional. Después de cuatro años, otros gobernantes llegan con apenas una fracción del capital político que los llevó al poder. Algunos incluso lo van perdiendo rápidamente en el primer año, con apenas unos meses de malos manejos, como sucede en Chile o en Colombia, cuyos gobernantes son reprobados continuamente en todas las encuestas y en los sondeos de opinión debido a la pésima gestión que llevan a cabo.
Bukele, en cambio, ha logrado una serie de éxitos en diferentes áreas que le permiten acumular incluso más respaldos que los que tuvo cuando fue electo presidente. Es un hecho incuestionable que la drástica reducción de homicidios y la conquista de niveles de seguridad sin parangón en el hemisferio han puesto a El Salvador en lo más alto de la palestra internacional.
El «modelo Bukele» de seguridad es visto como la solución para graves problemas de inseguridad. Y dentro de las fronteras nacionales ha sido la respuesta a la desidia y complicidad que tuvieron los gobiernos de ARENA y del FMLN con las maras, con las que pactaron y negociaron las cantidades de muertos a cambio de beneficios electorales.
Pero si la seguridad ha sido un hito en la administración del presidente Bukele, otras áreas también destacan, y por mucho. En materia social, la salud y la educación son pilares fundamentales de la actual gestión. El buen manejo de la pandemia de la COVID-19 permitió al país abrir más rápidamente la economía y desde hace cuatro meses no se reportan fallecimientos a causa de esta enfermedad, que provocó un sinfín de problemas y complicaciones en otras latitudes.
En las escuelas, los alumnos desde parvularia hasta bachillerato cuentan con herramientas tecnológicas para mejorar su aprendizaje. Los más pequeños tienen tabletas y los mayores, laptops, que utilizan tanto para hacer sus tareas como para navegar en internet para aumentar sus conocimientos.
En la infraestructura vial también hay grandes avances, así como en el comercio y en la defensa de la economía familiar. Los salvadoreños están conscientes de que ahora están mejor y que no están dispuestos a permitir que el pasado —lleno de corrupción, luto, terror y miseria— regrese al país. Han sido cuatro años de logros y éxitos, pero todavía falta mucho para que El Salvador sea la nación con la que todos soñamos.