El triunfo electoral arrasador de Nayib Bukele y Félix Ulloa h., como presidente y vicepresidente respectivamente, en 2019, produjo una disrupción que puso punto final al bipartidismo en El Salvador y a la corrupción como política de Estado que impusieron por tres décadas los gobiernos del partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
Los ciudadanos salvadoreños le endosaron multitudinariamente el apoyo y el respaldo popular a la fórmula presidencial y a su respectivo gobierno en 2021, al otorgarle a través del sufragio la mayoría absoluta de diputados en la Asamblea Legislativa; en este contexto, los partidos tradicionales fueron reducidos por la ciudadanía a su mínima expresión debido al rechazo y repudio de la población, por el saqueo sistemático del erario y fomentar el terrorismo y la delincuencia, de la cual también formaron parte.
En el transcurso de cuatro años se hicieron reformas y transformaciones que constituían pesadas deudas históricas bicentenarias. Durante 200 años, los presidentes de turno velaron y protegieron los intereses únicos y exclusivos de las élites oligárquicas del cacao, añil, café, algodón, caña de azúcar, financiera, comercial e industrial, en completo detrimento, espoliación y explotación de casi toda la población salvadoreña.
El Estado fue saqueado durante dos siglos y considerado finca o hacienda de los poderes fácticos nacionales en connivencia con empresas transnacionales y organismos financieros internacionales, lo que permitió y legalizó el saqueo económico, asimismo, de las riquezas naturales y culturales, además de que jurídicamente se blindó a los ladrones y a los saqueadores de la nación salvadoreña.
El Gobierno de El Salvador, en cuatro años, rompió las cadenas históricas de la oligarquía, empresas o instituciones transnacionales o internacionales, intereses imperiales de otros países, y recuperó la dignidad nacional al hacer valer la soberanía y la autodeterminación del país. Ahora esta nación centroamericana es literalmente libre en sus asuntos domésticos y en las relaciones internacionales.
En cuatro años se ha producido una refundación de Estado, creando el modelo salvadoreño que se ha constituido prácticamente en un paradigma que quieren seguir otros países de la región y de América Latina, e incluso de otros continentes. No es para menos. En una nación con un pasado lineal de autoritarismos y dictaduras, que se encontraba en ruinas, la población había perdido la esperanza debido a que todos los candidatos a la presidencia prometieron a los ciudadanos que iban a gobernar en función de la gente; no obstante, cuando accedieron al poder político hicieron exactamente lo contrario.
En El Salvador, durante el lapso de 2019 a 2023 se instauró por primera vez la democracia, se gobierna en función del ciudadano y no de la empresa o de familias pudientes u otros intereses ajenos; se ganó la guerra al terrorismo y a la delincuencia; no fue hasta este período cuatrienal cuando se comenzaron a respetar los derechos humanos de las personas honradas y trabajadoras; se ha dado cátedra de éxitos en salud pública, educación, seguridad ciudadana, turismo, energía, crecimiento económico, recolección tributaria, justicia, etcétera.