Un árbol frondoso de limón da sombra a un taller de pintura improvisado. Mientras su hermana Sandra trabaja, tres perritos, Canela, Brandy, Milagritos, y una gata, «la Holly» son la principal compañía de Aída Rodríguez, una artista empírica.
Terminando su bachillerato, no sabía qué hacer de su vida, profesionalmente hablando, nunca se lo idealizó de pequeña, pero sí sacó una profesión. Es Licenciada en Sociología, graduada de la Universidad de El Salvador, y por qué es importante para ella resaltarlo, porque allí fue donde surgió un nuevo mundo, el de la pintura.
«Aprendí de mirar, de esos jóvenes que habían afuera de la universidad haciendo pulseras de colores y dibujando. Yo pasaba allí mucho tiempo al salir de clases. La gente me decía que eran personas sin oficio, que yo me iba a quedar igual por pasar tanto tiempo con ellos, pero mi hermana siempre me apoyó y vio que tenía potencial», relata Aída.
Corría el año 2002 cuando en la privacidad de su cuarto, decidió con lápiz y una hoja de papel hacer sus primeros trazos, sin ninguna orientación y solo guiándose de lo observado en las afueras de su alma máter.
«Inicié dibujando. Cuando no podía dormir me ponía a dibujar. Comencé con puras sombras y cosas raras. Me gustaba dibujar mucho a cuervos, tenía una colección solo de ellos, ya después fui cambiando con colores», indica.
Aída vive en Atiquizaya, Ahuachapán, en una casa al estilo colonial, con su corredor al centro, su techo de tejas y una sala donde se puede apreciar muchos de los cuadros pintados con múltiples colores y diferentes tipos de flores, las flores de Esperanza, bautizadas así por su segundo nombre con el cual muy pocas personas la llaman.
Para evitar el bullicio de la calle, las puertas y ventanas permanecen cerradas. La luz natural entra a través de pequeñas hendijas. En la cocina, cerca del taller, se concentra el aroma del café que prepara constantemente, mismo que le pone olor a los días de pintura.
«Me encanta pintar flores, aunque puedo pintar cualquier cosa que me digan, pero prefiero las flores por sus colores y porque me gusta la naturaleza», añade.
También ha pintado diferentes paisajes, uno de ellos inspirados en África, país que desea visitar. Otros han sido parajes de su natal Ahuachapán. Actualmente su arte no se limita al lienzo, sino que lo ha extendido a madera, creando porta llaves, mesas, bambús como floreros, ventanas; y a rocas, las cuales se pueden utilizar como pisa papel o para detener puertas. También ha creado murales personalizados para decorar habitaciones.
Si desea observar más de sus cuadros e imágenes, o desea adquirir alguna pintura puede contactarla a través de su cuenta de Instagram: Aida_erg.
El inicio y las técnicas
Acuarela, acrílico, yeso, espátula, carboncillo, lápiz, lapicero, óleo, y otras técnicas más ha trabajado para expresar su arte, aunque sus inicios fueron con lápiz.
«En mi cuarto comencé hacer y hacer dibujos. Al principio me quedaban bien raros los ojos, que fue lo que más me costó, pero después fui aprendiendo, a pura práctica. No tuve ninguna enseñanza. Ya después las personas me decían que les hiciera retratos, pero solo hago de personas que aún se encuentran con vida, porque caso contrario me da nostalgia y no me quedan bien», relata.
En el mundo de la pintura inició hace unos diez años. «En la pintura inicié porque una amiga me pidió que le hiciera unos cuadros y yo no podía hacer con colores, solo blanco y negro, pero fui donde Marina Zimmerman y ella me dijo que era lo mismo. Fui a su taller para que me enseñara la mezcla de colores. Ella tiene una galería en San Salvador», comenta.
Desde ese momento comenzó a trabajar con óleo, el cual mezclaba con aguarrás. Hace seis años y por recomendación de una amiga buscó ayuda del maestro Ricardo Zas, quien le enseñó a mezclar con aceite, ya que ese es el proceso adecuado.
«Yo no sabía cómo hacerlo. El maestro me dio la lista de materiales que iba a utilizar. Allí conocí el aceite de linaza. Yo quería pintar rápido, porque con el aguarrás se seca rápido, pero allí me di cuenta que con el aceite se pinta más despacio y por capas. De allí comencé a trabajar con el acrílico y me gustó porque seca rápido y a la velocidad que me gusta pintar», agrega.
En cuanto al dibujo, ha experimentado hacerlo con lápiz, lápices de colores, plumas, yeso y su más novedosa y reciente creación ha sido con carbón natural.
«Un día de estos mi hermana hizo sopa cocinada en leña y quedó un montón de carbón y con eso empecé a dibujar en páginas, lo deshice con los dedos y las líneas sí las hice con las puntas del carbón, es mucho más rápido que con lápiz. Una técnica que me ha gustado mucho», relata.