El sistema electoral salvadoreño se basa en la desconfianza entre los políticos. Por eso hay delegados de todos los partidos en todas las fases del proceso electoral. De esa forma, cada partido político vela por sus intereses. Bueno, al menos eso es lo que idealmente debe pasar.
En la práctica, durante décadas vimos a los viejos partidos políticos aprovecharse del sistema para obtener ventajas que no habían ganado en buena lid. De ahí surgieron muchas expresiones, como una famosa de que un partido podía perder en la mesa los votos ganados en las urnas o que la misión de los activistas era declarar nulos la mayor cantidad de votos de los adversarios.
Para tal fin, los partidos crearon lo que denominaban «ejércitos para la defensa del voto», que no era otra cosa que una confrontación entre diversos bandos a la hora de contar los votos al final del día de las elecciones y que se extendía durante el recuento final.
Todos los partidos políticos están presentes en todas las fases del proceso electoral. Por eso es una mentira del tamaño de Catedral cuando algunos miembros de la oposición se quejan diciendo que ahora quieren reasignar los votos porque no tienen garantías del proceso de recuento de las juntas receptoras de votos (JRV). Es decir, ¿no confían en sus delegados? ¿No tienen certeza de que hicieron su trabajo? ¿Por qué ponen en duda sus capacidades solo para implantar una idea tan antidemocrática como peligrosa de que no se puede confiar en las elecciones?
La única razón para esta estrategia coordinada de la oposición es para sembrar dudas del resultado. Sin embargo, ha sido tan evidente que el respaldo popular hacia el presidente Nayib Bukele ha sido tan grande, como nunca en la historia, que cualquier intento por deslegitimarlo no hace más que exponer la clase de calaña de los dirigentes de los viejos partidos políticos.
El tsunami de votos a favor de Nuevas Ideas sepultó las candidaturas de los candidatos presidenciales de ARENA, FMLN, NT, FS y FPS. Los otrora «partidos grandes» han quedado a la cola con votaciones que no son ni la sombra de cuando ganaron elecciones, durante 30 años.
Es esa frustración por el rechazo del pueblo salvadoreño lo que les lleva a plantear la duda en su misma militancia. Ni siquiera sus antiguos asesores electorales les acompañan en este despropósito. Están solos contra la historia.