En El Salvador, en muchos pueblos, cada año diversas máscaras cobran vida en fiestas patronales u otras celebraciones religiosas, las cuales van acompañadas de música y baile con una historia que se ha tejido a través del tiempo.
Estas máscaras se han convertido en una forma de aproximarse a la cultura de un pueblo, pero a la vez reflejan toda una tradición ancestral.
Claudio Rama, un coleccionista uruguayo, se ha dado la tarea de desenmascarar las diferentes danzas que el país tiene y se ha llevado a su tierra diferentes caretas que forman parte de tradiciones cuscatlecas.
«Las máscaras etnográficas de El Salvador se pueden clasificar en tres grupos: las de origen prehispánico, como las utilizadas en la danza de El Tigre y el Venado; las máscaras de origen colonial asociadas a la evangelización que se utilizan en la danza de Los Historiantes, y las máscaras que se utilizan en fiestas populares en las cuales participan personajes mitológicos como La Siguanaba o El Cipitío», explica.
Pero su pasión no solo tener una colección que mostrar, sino que para Claudio implica profundizar en cada una de las piezas y conocer la razón de cuándo, qué, y para qué se usan.
«A cada máscara que consigo se le hace una ficha, un texto. Se busca toda la información y, de alguna forma, es parte de una investigación. Esta es una tarea que lleva años, porque la idea es que cada pieza tenga una historia. No son piezas decorativas que se consiguen en los shopping o tiendas de artesanías», comenta.
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