Recuerdo de forma muy divertida la primera vez que me subí a una bicicleta con unos seis años y lo hice con asistencia de un familiar, porque la bicicleta no tenía ruedas pequeñas auxiliares; mi coordinación fue malísima, perdía los pedales y me golpeaba las piernas, me era imposible pedalear y mantener la dirección correcta; mucho peor aún, me resultaba imposible hacer la secuencia correctamente de parar, de pedalear, frenar y bajar las piernas al detenerme por completo.
Cada salida que tenía me caía de la bicicleta varias ocasiones, de hecho, creo que pasaba más días recuperándome de las caídas que montando a la bicicleta; pero yo estaba decidido que quería aprender, poder desplazarme para ir a un parque, salir con amigos o simplemente disfrutar de un paseo corto; luego me percaté de que quería aprender a montar bicicleta para un día conducir una motocicleta.
Pasaron varios meses para que yo pudiera montar a la bicicleta decentemente y, aun así, me costaba mantener el equilibrio en terrenos con imperfecciones, pero yo estaba decidido en mi objetivo; me golpeaba muy fuerte cuando intentaba hacer trucos, seguía cayéndome cuando hacía giros cerrados y seguía teniendo días que no podía hacer lo que tanto quería porque los moretones y las raspaduras en mis rodillas apenas me dejaban levantarme para ir a estudiar y terminar mis actividades cotidianas, una vez recuperado seguía intentando.
En mi familia era frecuente escuchar «otra vez te caíste», «si te duelen esos moretones y raspaduras, no vas a salir», «si te vas a caer, mejor no salgas», entre otros; yo no quería admitir que no tenía las habilidades, eso significaba renunciar a mi sueño de conducir una motocicleta, pero tenía claro qué quería, que seguiría intentando y que iba a lograrlo.
Definitivamente me llevó más tiempo del que pensé, pero al final pude montar mi bicicleta sin problemas en diferentes superficies y situaciones. Muchas personas tienen sueños, se trazan metas, inician con todas las energías de su cuerpo y mente, solo que mientras están en ese proceso el cansancio, los pequeños fracasos, la falta de apoyo de personas que quisieran, la frustración y la decepción terminan siendo más representativos, y todo eso en ocasiones va justo antes del éxito.
Para lograr algo, con frecuencia, hay que trabajar muy duro. En su primer mes en el gimnasio no verá resultados, como menos peso o incrementar el tamaño de sus músculos. En sus primeros meses de emprendimiento no obtendrá el retorno de la inversión, lo que sí se empezará a desarrollar con seguridad es la experiencia; en el proceso se descubre que hay necesidad de hacer cambios, que serán necesarios nuevos hábitos, hacer cosas que les funcionan a otros y ajustarlas para nosotros; tarde o temprano el éxito llegará.
Creo que todos conocemos el cuento de la tortuga y la liebre, uno tuvo un arranque explosivo, mucha confianza que hasta parecía excesiva y menospreció las habilidades diferentes a las suyas, por lo que aplicaba sus habilidades únicamente de forma esporádica en la carrera; mientras que otro, tenía menos habilidades en comparación con su oponente, pero hizo algo que fue determinante, «constancia»; aún sin ninguna habilidad sobresaliente, la constancia permite lograr lo que nos proponemos. Sé constante.