Luiz Inácio Lula da Silva termina su primer año en la presidencia de Brasil con algunos logros en la cartera, en especial la reducción de la deforestación en la Amazonía, pero también con polémicas y numerosos desafíos, especialmente ante la incertidumbre económica reinante.
Electo por menos de dos puntos sobre su predecesor de extrema derecha Jair Bolsonaro (2019-2022), Lula tuvo un convulso inicio de un tercer mandato, luego de conducir el rumbo del gigante sudamericano entre 2003 y 2010, apoyado en su alta popularidad.
Una semana después de su investidura, miles de seguidores de Bolsonaro invadieron las sedes de los poderes públicos, el 8 de enero en Brasilia, disconformes con la victoria del izquierdista.
«Lula debe enfrentar más desafíos en este mandato. No tuvo luna de miel en los primeros seis meses y encara un Congreso hostil», con composición mayoritariamente derechista, estimó André Rosa, politólogo de la Universidad de Brasilia.
Eso no impidió a su gobierno relanzar programas sociales claves, respaldado por una economía en recuperación.
Según una encuesta divulgada este mes por el instituto Datafolha, Lula, de 78 años, tiene el apoyo de 38% de los brasileños.
La cifra es menor a la registrada al cabo de un año en su primer mandato (42%), pero supera al apoyo obtenido por Bolsonaro en igual lapso, en diciembre de 2019 (30%).
«Llegamos al final de 2023 en una situación muy buena, hasta excepcional diría, si se toma en cuenta el estado en el que recibimos este país», celebró Lula luego de la última reunión del Consejo de ministros del año.
Sin embargo, el balance de gestión está lleno de contrastes.
Paradoja ambiental
En el lado positivo, la deforestación en la Amazonía se redujo a la mitad entre enero y noviembre pasados, con respecto a los 11 primeros meses de 2022.
Para Suely Araujo, del Observatorio del Clima -un colectivo de ONG brasileñas-, eso se debió a la «intensificación de la fiscalización del Ibama», ente público que había sufrido recortes de presupuesto y personal bajo el gobierno de Bolsonaro.
Lula, que prometió acabar con la deforestación para 2030, homologó además ocho nuevas reservas indígenas, consideradas por científicos como baluartes contra el calentamiento global.
Pero si bien la situación mejoró en la mayor selva tropical del planeta, se agravó en el Cerrado, una extensa sabana rica en biodiversidad ubicada al sur de la Amazonía.
Y el gobierno de Lula no desistió de proyectos de exploración petrolera y gasífera, a la vez que anunció su intención de integrar la OPEP+, en plena cita climática de la COP28.
«Ser líder en temas climáticos e integrar la OPEP+ son funciones incompatibles», subrayó Araujo.
Trotamundos polémico
Visitas oficiales a Estados Unidos y China, cumbre de los BRICS en Sudáfrica y del G7 en Japón: Lula realizó decenas de viajes este año para mostrar que Brasil estaba «de vuelta» en el escenario internacional.
«Se destacó en la mejora de las relaciones diplomáticas, que estaban deterioradas por la pandemia y su predecesor», señaló André Rosa.
Pero sus declaraciones sobre asuntos sensibles provocaron controversias.
Reiteró que Rusia y Ucrania comparten responsabilidad por la guerra en curso tras la invasión lanzada por Moscú en 2022, afirmó que el trato de Israel hacia niños y mujeres en Gaza en su respuesta a los ataques de Hamas era «igual al terrorismo» y salió en defensa del presidente socialista Nicolás Maduro, al calificar las denuncias de autoritarismo en Venezuela como una «narrativa» de detractores.
Desaceleración a la vista
Hasta ahora, la marcha de la economía le sonrió al gobierno de Lula: el PIB tuvo un desempeño mejor al esperado en los tres primeros trimestres y se espera un crecimiento de 3% en 2023.
El desempleo es el más bajo desde 2015 -cayó a 7,5% en el trimestre septiembre/noviembre-, la inflación parece controlada por debajo del 5% y el Banco Central rebajó cuatro veces consecutivas la tasa de interés de referencia, tras meses de críticas contra Lula por mantenerla en 13,75%.
Pero con expectativas de desaceleración de la actividad en 2024 (a +1,7%), los economistas estiman que el gobierno podría tener problemas para equilibrar las cuentas públicas.
El año cerró con la adopción en el Congreso de una reforma general de los impuestos reclamada por la clase empresarial desde hace más de 30 años.
Esa reforma fue saludada por la agencia calificadora S&P, que subió la nota de la deuda soberana de Brasil desde BB- a BB, como había hecho Fitch en julio.
En 2024, Lula deberá concentrarse en la política interna, con vistas a las elecciones municipales de octubre.
Y también deberá atender el problema de la inseguridad ciudadana, tras un año marcado por olas de violencia y criminalidad en los estados de Rio de Janeiro y Bahia.