Al ritmo de los cánticos de «sí se pudo, ahí está el campeón, FAS, FAS», a las 10:05 de la noche, el congabus que transportaba al plantel tigrillo, el nuevo campeón nacional, franqueó la calle principal de acceso al parque Libertad, para reunirse y celebrar con sus miles de aficionados ahí presentes, la conquista de la corona número 19.
De inmediato la algarabía y a ratos histeria colectiva, estalló entre la muchedumbre de santanecos que destilaban felicidad por doquier.
Desde tempranas horas, de norte a sur y de este a oeste comenzaron a llegar los aficionados de FAS, al parque Libertad para celebrar la conquista del título tras el triunfo obtenido en horas de la tarde ante Jocoro por 2-0.
A todo lo largo del viaje de San Salvador hacia Santa Ana, el 90 por ciento del tráfico que iba en esa dirección, eran vehículos de todo tipo y tamaño que iban repletos de aficionados con destino a Santa Ana, para estar a tiempo en este parque y así darle rienda suelta a su inmensa alegría.
A todo lo largo de la carretera se habían apostado a la orilla, grupos de aficionados que lanzaban vítores a la caravana de aficionados que iba en marcha.
Mientras tanto, en el parque y los alrededores la gente se preguntaba entre sí por la ubicación del equipo que iba rumbo a Santa Ana.
¿Y el equipo a que horas llega?, ¿por dónde vendrá?, dicen que viene por el Poliedro, respondían algunos, otros decían que ya venía cerca de El Congo, y los más precisos respondían que ya estaba cerca de la gasolinera que se ubica frente a la entrada principal de la ciudad Morena.
Lo cierto es que todas estas preguntas y respuestas, no hacían más que aumentar la impaciencia por la espera de sus héroes, que esta tarde y noche eran los causantes de tanta felicidad que afloraba en cada rincón de Santa Ana.
Mientras la espera se prolongaba, entre los aficionados abundaba el licor, la cerveza y los cigarrillos, así muchos y con tantas excusas por delante, ya lucían bien «jarabeados» desde muy temprano y daban la impresión de que este lunes tenían permiso para no presentarse a trabajar, como presagiando que la noche sería interminable.