El voto, una expresión pura y genuina de la voluntad del individuo y de la existencia de la democracia, ha sido el mecanismo sobre el cual hombres y mujeres han podido lograr un proceso de civilidad aparente de la sociedad actual. Sin embargo, este derecho no siempre fue gozado por ambos sexos.
Diferentes historias hemos escuchado en torno del tema de la relegación femenina en un mundo patriarcal y de las luchas que se han ejercido a partir de la búsqueda de la igualdad, pero ¿conocemos la historia de la lucha de mujeres valientes que lograron que las salvadoreñas gocemos del derecho a ejercer el sufragio?
La historia de nuestro país narra que el derecho al voto ha sido plasmado en diferentes constituciones, como en la de 1886, en la que el artículo 120 expresaba que los ciudadanos estaban obligados a ejercer el voto, refiriéndose específicamente a los hombres, quienes en aquella época eran los únicos que podían ser ciudadanos (art. 51). La ley electoral de aquel momento también facultaba solo a hombres a ejercer el voto, evidenciando una clara discriminación hacia las mujeres de la época.
Fue hasta en 1939 que, de manera restringida, con base en la edad y el estado civil las mujeres pudieron votar. Es en la Constitución de 1939 que se reconoce por primera vez a las mujeres salvadoreñas el derecho al sufragio.
«Artículo 18: Se reconoce el derecho de sufragio a la mujer. Una ley constitutiva determinará las condiciones para el ejercicio de este derecho».
Dicho artículo pronto fue amparado por una ley reglamentaria que exigía mayores requisitos a las mujeres votantes que a los hombres. Por ejemplo, a las mujeres se les exigía más edad y más estudio que a ellos. Los hombres debían haber cumplido los 18 años; en cambio, las mujeres debían ser mayores de 25 años si eran casadas, y ser mayores de 30 años si eran solteras.
Además de las exigencias de edad y estado civil, las mujeres debían haber finalizado la educación primaria, es decir, el sexto grado como mínimo; en cambio, al hombre solo se le exigía saber leer y escribir.
Aunque la posibilidad abierta a las mujeres seguía representando una brecha desigual entre ambos sexos, la nueva disposición era el comienzo de una lucha exitosa que las mismas mujeres comenzaron y que estaban dispuestas a afrontar hasta las últimas consecuencias.
¿Cómo se logró?
Una de las pioneras del pronunciamiento sufragista que sin duda cambió el rumbo completo de la historia nacional fue María Solano de Guillén, quien, empoderada por los movimientos de mujeres que surgían en el mundo y acompañada por la Liga de Mujeres Neoyorquinas, el 19 de abril de 1922 fundó la Sociedad Confraternidad de Señoras de la República de El Salvador.
Su primera lucha fue sinónimo de valentía y rebelión ante la injusticia del trato desigual, promoviendo una marcha por las principales calles capitalinas, donde exigían el derecho de las salvadoreñas al sufragio. Ante el levantamiento, 22 mujeres murieron a causa de la respuesta represiva del gobierno de ese entonces.
El trágico incidente no fue motivo de retroceso, pues las mujeres, claras de sus convicciones, continuaron en pie de lucha hasta que se conquistó el voto condicionado en 1939. Finalmente, en 1950, la Constitución confirió el derecho al voto sin más condiciones y diferencias entre sexos.
A partir de 1950 se acuña el término de «igualdad ciudadana», en alusión directa al logro de las mujeres para participar en las elecciones.
María Solano, Prudencia Ayala, Rosa Amelia Guzmán, Ana Rosa Ochoa, Clara Luz Montalvo, Hilda Navas de Rodríguez, Graciela de Alfaro, Tránsito Huezo, Laura de Paz, Ana Gloria Parrales, Lucila de González y Luz Cañas, entre otras, se distinguen como las principales precursoras de la lucha feminista que dio a las salvadoreñas el poder de votar.
Actualmente, en El Salvador, las mujeres representan el 52 % de la población; sin embargo, la brecha de igualdad en cuanto a cargos políticos ha sido muy notoria.
Aunque se puede observar mayor participación femenina en las contiendas electorales, se debe resaltar que ha sido gracias al papel que las mujeres desarrollaron en el pasado y que se respalda con normativas específicas sobre los derechos de las mujeres, por ejemplo, la Ley de Igualdad, Equidad y Erradicación de la Discriminación contra las Mujeres.
Prudencia Ayala, la primera mujer en postularse a la presidencia
Proveniente de una familia de origen indígena, Prudencia Ayala se convirtió en un ícono de resistencia y lucha hispanoamericana por convertirse en la primera mujer aspirante a la presidencia de El Salvador. Su determinación dio origen al reconocimiento de las mujeres en el ámbito político y económico, así como también al reconocimiento de las capacidades e importancia del rol femenino dentro de la sociedad como eje fundamental de desarrollo.
Ayala se intentó postular en 1930 como candidata presidencial aprovechando el vacío constitucional acerca de la ambivalencia del masculino genérico descrito en el artículo 51 de la Constitución; sin embargo, el Consejo de Ministros refutó su argumento alegando que el vocablo «salvadoreño» se tenía que interpretar de forma literal, haciendo alusión al hombre como sujeto de derecho. Entre sus propuestas más claras incluía el apoyo a los sindicatos, la honradez y transparencia en la administración pública, la limitación de la distribución y el consumo del aguardiente, el respeto por la libertad de culto y el reconocimiento de los hijos ilegítimos (hijos fuera del matrimonio).
Ayala, a pesar de saber que su candidatura tenía escasas posibilidades de ganar, sentó un precedente trascendental en la historia de El Salvador. Sus movimientos dieron cabida a la reivindicación de los derechos de las mujeres, así como también crearon la noción de la necesidad de tratos igualitarios en un país donde el hombre era el único que gozaba de derechos.
«He lanzado mi candidatura para presidenta de la república para manifestar las actividades cívicas en las capacidades morales y mentales de la mujer, iguales a las del sexo masculino; sin preocuparme de barreras que tenga que vencer para sacar triunfante la redención femenina en el derecho ciudadano», declaró Prudencia Ayala en junio de 1930, en un editorial del periódico «Redención Femenina», que se publicaba en Guatemala. Fue en Guatemala donde también militó abiertamente por las causas de las mujeres y fue en ese país donde fue encarcelada por sus pensamientos.