Sin mascarillas ni restricciones sanitarias, miles de juerguistas luciendo tangas, coronas de flores, cabellos coloridos y maquillajes llenos de glitter el viernes en el inicio del primer festival de Coachella desde el inicio de la pandemia de covid-19, en el desierto de California.
Después de una pausa de tres años por la pandemia, poco antes del mediodía de este viernes los miles de fanáticos de una de las mayores fiestas de la música comenzaron a llegar a Indio, en el Valle de Coachella, en momentos en que los casos de covid-19 vuelven a aumentar en Estados Unidos.
El evento musical que se celebra durante dos fines de semana de tres días abre tradicionalmente la temporada de conciertos en Estados Unidos. Este año, el cartel incluye a estrellas como Billie Eilish, Harry Styles, The Weeknd, Anitta y Nathy Peluso.
La edición de 2020 del Coachella fue pospuesta cuando la pandemia del covid-19 sacudía al mundo. Y, después de dos años de cancelaciones caóticas, el festival volvió este viernes con su extravagancia y sus palcos que con diversas listas de lo mejor de la música compiten entre sí por la atención de una audiencia ávida de diversión.
Con los termómetros superando los 30ºC, los fanáticos caminaban los varios metros de distancia desde los estacionamientos y las áreas de camping hacia el festival. Los coloridos looks no incluían máscaras. La preocupación de contraer el virus era inexistente para muchos.
«No tengo miedo, y estoy emocionado de estar afuera con la gente», dijo un asistente al concierto identificado como Saturn Risin9, quien viajó desde Los Ángeles, a casi tres horas de carretera.
«Yo estoy feliz de estar aquí, se siente genial», comentó Katie, de 22 años, quien vino desde Nueva York, en la costa este del país para disfrutar de su segunda edición de Coachella. «Estoy vacunada y estamos al aire libre, no estoy preocupada, esto me hacía mucha falta», dijo mientras escuchaba a la banda de rock de Mongolia The Hu.
Retorno sin restricciones
El retorno de Coachella es visto como un indicador para la multimillonaria industria de los conciertos que aún tambalea después de numerosos retrocesos durante la pandemia.
Aunque algunos festivales masivos, como el de Lollapalooza de 2021, exigieron pruebas de vacunación y exámenes para descartar el covid-19, Coachella anunció que no imponía ningún tipo de restricción, ni siquiera uso de mascarillas, ni distanciamiento.
El festival es a cielo abierto, pero aglutina a unas 125,000 personas cada día, muchas de las cuales acampan o duermen en hoteles de la región.
Varios lugares para realizarse pruebas de covid-19 deben estar disponibles el fin de semana en el área -y dos al interior del festival-, informó José Arballo, vocero del Departamento de Salud Pública del condado de Riverside, en donde está inscrita la localidad.
Arballo indicó que las cifras de covid-19 en el condado «alcanzaron un plató en las últimas dos semanas», pero «otra gente vendrá de todo el país y de otros países donde los casos tal vez no estén tan bajos».
El vocero comentó que, debido a los tiempos del virus, el impacto sanitario del festival sólo se conocerá a mediados de la semana próxima, justo antes del segundo fin de semana del festival.
En Estados Unidos, los casos de covid-19 han disminuido en comparación con los números de enero, pero comenzaron a subir nuevamente, con unos 38,000 diagnósticos diarios, de acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
«Todos extrañan esto»
Megan Thee Stallion, Phoebe Bridgers y Doja Cat son algunas otras de las grandes figuras que se presentarán en Coachella.
The Weekend y Swedish House Mafia entraron a último minuto en el cartel luego de que el rapero Kanye West se retirara del festival.
Además de Anitta y Pabllo Vittar por Brasil, la programación internacional incluye a los franceses L’Imperatrice, el belga Stromae, la recién ganadora del Grammy Arooj Aftab, la DJ palestina Sama’ Abdulhadi y Black Coffee, de Sudáfrica, quien hizo historia al ser la primera persona africana en ganar un Grammy por mejor álbum electrónico.
Una sorpresa de último minuto es la presentación este viernes de la banda canadiense de rock indie Arcade Fire.
Indio, sede del festival, es una municipalidad de clima desértico de menos de 95.000 habitantes que abraza el eslogan de ser «La ciudad de los festivales», recibiendo otros conciertos y eventos de gran tamaño.
De acuerdo con Brooke Beare, portavoz municipal, Indio recibe unos tres millones de dólares anualmente como lucro por los festivales, incluyendo un porcentaje de las entradas y los impuestos por ocupación.
Beare explica que la región se «beneficia enormemente», desde hoteles, hasta restaurantes y estaciones de gasolina, además de la «energía sin paralelo» que los festivales traen a la zona.
Mason Fouad, dueño de la licorería Mirage en Palm Springs, a pocos kilómetros de Coachella y donde muchos de los visitantes se quedan, dijo que vio un crecimiento de 30% en las ventas de su negocio esta semana comparado con enero.
«Las tiendas de alcohol crecen en los festivales», declaró Fouad a la AFP, alternando entre pedidos telefónicos y clientes presenciales. «Pero todo el mundo está esperando que esta edición de Coachella marcará un récord porque todos extrañan esto», acotó.