Cuando en la consulta psicológica se identifica una personalidad inmadura, con frecuencia me piden que les recomiende algún buen libro para ayudar a superar las deficiencias señaladas. Incluso, en más de una oportunidad, me han solicitado el enlace de algún tutorial de YouTube para aprender directrices que les ayude a alcanzar el nivel de madurez esperado, según la edad de la persona a quien se está atendiendo.
Aunque esas parecen buenas ideas, no es la manera de lograr que la madurez de la personalidad se alcance. Leer un libro o ver un tutorial en YouTube proporciona información, datos, pero no proporciona experiencias. Enriquece el conocimiento, pero no enriquece la personalidad. Es más, hay muchas personas con un agudo pensamiento crítico que consideran que los llamados libros de autoayuda solo le sirven al que escribió el libro, pero al lector le sirven muy poco.
Aunque pudiera parecer contradictorio, tampoco se alcanza la madurez de la personalidad en la terapia psicológica. En la terapia psicológica se busca resolver problemas emocionales, superar traumas psicológicos y afectivos, ampliar limitaciones relacionales, mejorar el trato interpersonal, clarificar la visión del futuro personal y se contribuye a que la persona logre encaminar su vida hacia la felicidad; entre muchas otras cosas.
La madurez de la personalidad es el resultado de la calidad de experiencias y la manera en que la persona asimila esas experiencias. Si los padres de familia prohíben experiencias enriquecedoras a sus hijos debido a la obsesiva sobreprotección, les están impidiendo que desarrollen algo que llamo «músculo emocional», por tanto, lo que realmente sucede es que los dejan sin la energía psicológica necesaria para poder responder de manera apropiada a las exigencias del ambiente social y no podrán protegerse, ponerse a salvo ellos mismo, por lo que serán vulnerables a las manipulaciones o aprovechamientos de personas sin escrúpulos. En ocasiones podrían desarrollar patológicas relaciones de codependencia afectiva.
La sobreprotección produce personas que yo llamo «raquíticos emocionales». Estas son personas incapaces de responder de manera adecuada, y con la fuerza emocional necesaria, a las situaciones demandantes del entorno social. Pequeñas frustraciones les generan grandes y dramáticos dolores y mucho sufrimiento que dura mucho tiempo. No logran ser adecuadamente asertivos y mucho menos ser resilientes.
Prohibirles a los hijos adolescentes la experiencia del noviazgo, por ejemplo, es una ridiculez, ya que privarlos de esa experiencia les impide desarrollar un adecuado músculo emocional para funcionar de manera apropiada en todas las relaciones interpersonales donde haya importantes cargas afectivas. Al no lograrlo, el comportamiento de esa persona en sus relaciones de pareja, será inmaduro y en algunos casos extremos, será infantil, lo que generará profundas insatisfacciones, debido a la ausencia de experiencias previas que ayuden a fortalecer el músculo emocional.
Por razones de bioseguridad, para evitar que el coronavirus siga cobrando más vidas, los colegios y universidades les conceden prioridad a las clases en línea y evitan las presenciales. A largo plazo esto es una enorme desventaja en la madurez de la personalidad ya que se está omitiendo una cascada de experiencias enriquecedoras que solo pueden ocurren en el convivio humano del contacto directo.
Sí, es verdad, la vida, la salud, la bioseguridad son prioridades… pero el precio a pagar a largo plazo en la salud mental es enorme y debemos estar listos a pagarlo.