Un aspecto de la vida del que nadie debería adolecer es el respeto a su imagen, es decir, no ponerle precio al prestigio; esto no por «alter ego» y mucho menos por problemas de autoconcepto, sino porque parte de la naturaleza digna de todo ser humano es la honra de su propia vida y de su imagen. Hacer respetar su palabra y la decisión debería ser lo más normalizado en las sociedades.
El maestro Oscar Wilde solía decir: «En los días que corren la gente sabe el precio de todo y el valor de nada». Y es que no es lo mismo el precio que el valor; una persona vale, pero tiene precio, claro, esto bajo una concepción filosófica humanista, no desde la óptica del mercado, en la que la persona vale lo que es capaz de rendir en lo laboral. Nada más insensato que esa postura mercantilista.
Por ende, la única forma de hacerse respetar es respetarse primero usted. Nada es más devastador que pretender el respeto y amor de otros sin ser capaz de amarse y respetarse a sí mismo. No defraude su propia existencia y vida. Usted vale por lo que es no por lo que tiene o por lo que ofrece; de tal suerte que solo comprendiendo esto será capaz de hacerse respetar y, por tal, no ponerse precio.
El maestro Albert Einstein expresaba al respecto del tema tratado lo siguiente: «Procure no ser un hombre con éxito, sino un hombre con valores». Es decir, los valores identifican a quien los vive, fomenta y predica; por ello, la vida se vuelve magna y profundamente gratificante en la medida en la que la enriquecemos con todo aquello que vale, que la sustenta y no aquello que posee precio no por sí mismo.
Está claro que los productos y los servicios que necesitamos en la vida requieren un precio a pagar para adquirirlos, pero por ningún motivo el ser humano puede ser intercambiado como precio, pues su naturaleza divina lo compromete a tener una valía que se sustenta en su propia cualidad de ser persona y no en lo que es capaz de producir o entregar a otros. ¡Así de claro debe ser comprendido y vivido!
Por tanto, solo quien es capaz de aceptar en su diario vivir la diferencia entre lo correcto y lo incorrecto, lo necesario, lo urgente y lo que vale y lo que posee precio podrá sin lugar a duda mantenerse en el camino del valor humano, que le conlleva a ser coherente entre lo que es, lo que piensa, lo que siente, lo que dice y lo que hace. Esto dicho, no es más que la lógica originaria del alma humana.
De tal suerte, querido lector, que es necesario que se comprenda; usted y yo valemos tanto no por lo que tenemos ni mostramos (que es casi siempre de lo que se adolece), sino por la comprensión de que se es persona, y esta categoría implica por sí misma no defraudar la confianza puesta de Dios en las vidas y de usted mismo sobre usted mismo. Valore quien es, sea lo que sea, ame lo que representa, y si aún no lo hace, es momento de empezar el camino del respeto a sí mismo y de darse a respetar siendo un ser de valor y no de precio.