Hay una frase muy mexicana que dice: «Compadre, mejor no me ayude» y se refiere a todos aquellos que tienen la buena intención de ayudar, pero lo hacen de manera descuidada e irresponsable, produciéndose al final un daño y no un beneficio. También se aplica a quienes dicen trabajar o estar a favor de una causa, pero actúan de forma hipócrita, malintencionada y con el único afán de perjudicar. Simulan apoyar tanto a las personas como a sus proyectos, pero en la realidad sus palabras y sus acciones dicen lo contrario.
Hay algunos que en sus plataformas gritan a los cuatro vientos que apoyan al presidente Bukele y que están de acuerdo con lo que ha podido hacer en tan poco tiempo, pero luego despotrican contra los legisladores que le son afines y hasta se atreven a pedir —de una forma disimulada— que no voten ellos. Parece que desean (o fingen desear) que el presidente pueda reelegirse, pero también da la impresión de que están buscando la forma para que después de reelecto no pueda gobernar, que pase su próximo período presidencial con las manos atadas, con una Asamblea en contra, como sucedió en los primeros dos años de la presente gestión.
No quisiera pensar que es eso a lo que hoy le está apostando la oposición ante la imposibilidad de evitar la postulación y el triunfo de quien, a todas luces, seguirá siendo quien dirija la nación y, además, que haya gente desleal prestándose a ese juego.
Entre las personas con actitudes como las antes descritas está un «youtuber» que se postuló como candidato a diputado por Nuevas Ideas, pero que no consiguió ni siquiera superar las internas. Es un tipo chiflado que se cree conferencista e iluminado y que en sus innumerables desvaríos dice haber sido contactado por seres de otros mundos. Vale acotar que su estado mental no es algo que deba preocuparnos, pues, según la psiquiatría, con ese tipo de esquizofrenia no corren peligro él ni los que le rodean. Sin embargo, lo realmente grave y nocivo es el resentimiento que muestra en cada una de sus intervenciones contra quienes, según él, derrumbaron sus sueños de llegar al parlamento. La verdad, han sido pocas las veces en que lo he visto, pero se nota que no ha podido superar el desplante sufrido en aquella elección y que le es imposible evitar que el odio se le salga por los poros.
Creo que la militancia del partido oficial fue muy sabia al no aceptar a este individuo, pues, al parecer, su idea no era atacar a la bancada cian desde donde lo hace hoy, sino desde sus propias entrañas.
Este también es un llamado para los que son realmente leales a las transformaciones que nuestras autoridades están poniendo en marcha, a deponer ya esas actitudes confrontativas que se dan entre ellos, a evitar esos roces y a zanjar de una vez por todas esas diferencias, pues un comportamiento así solo sirve para dar insumos a una oposición que está a la cacería de cualquier pleito interno o error que se cometa. La oposición no tiene armas, pero las tendrá, si nosotros se las damos.