Soy hijo de la Minerva, en principio, esto lo aclaro por aquellos que de manera prematura quieran descalificar mi planteamiento, con respecto a lo que debe ser nuestra querida «alma mater» y es que la tan conocida «autonomía universitaria» tiene una historia que contarnos, y la historia no miente, pues es de todos conocidos que por medio de estudios regionales ya nuestra universitaria dejó de ser la «cereza del pastel» en términos académicos, y de la excelencia en la formación de nuestra juventud. Debo ser honesto que, como en todo, hay excepciones a la norma y sé de excelentes docentes muy comprometidos con la enseñanza y, por ende, conozco a muchos jóvenes ahora graduados de la universidad, incorporados a la población económicamente activa, formados en las aulas de nuestra «alma mater».
Lo que es cierto y considero oportuno mencionar es que se llegó el momento de la modernización de la universidad y que esta recupere esos eslabones perdidos con años de malos o pésimos manejos administrativos, los que amparados en la conocida «autonomía universitaria» han cometido cualquier actos de corrupción, donde se contabilizan nombramientos de compadres políticos, es decir, aquellos que fracasaron en su accionar como «políticos» o exfuncionarios, principalmente del partido FMLN, quienes encontraron en las aulas universitarias o en las oficinas administrativas de esta un oasis para resguardarse de la tormenta del desempleo provocado por ellos mismos, los conocidos casos de nepotismo ampliamente conocidos en el interior de dicha institución, los penosos casos de maltrato y de menosprecio a la población estudiantil (por algunos docentes), las erogaciones de dinero para la celebración de la masacre del 30 de julio de 1975 y los penosos casos de acoso sexual por «docentes» facinerosos.
Estamos en 2023,entonces habrá que preguntarse si es el momento de dar un giro de timón para redireccionar a la Universidad de El Salvador hacia nuevos horizontes de desarrollo, nuevos espacios que permitan que esta casa histórica de estudios recupere ese sitio de honor y se convierta en el referente de formación de profesionales con altos estándares de calidad, lo que a su vez la convierta en un centro de intercambio cultural con universidades de otras latitudes, pero también es necesario darle el carácter dentro del esquema turístico como un polo de desarrollo de turismo académico. Digo esto, pues, está demostrado que el haber permitido albergar a cientos de atletas en los pasados juegos de Centroamérica y el Caribe nos deja un claro indicador de que también reúne las condiciones para este rubro, dada su capacidad instalada.
Las proyecciones se ponen en la mesa de la discusión y del análisis, es de repensar una verdadera transformación de nuestra querida universidad, pero para ello es necesario tomar decisiones trascendentales y que sea el Gobierno Central, con el apoyo de la nueva Asamblea Legislativa, los que analicen la ley orgánica de la Universidad de El Salvador y, en ese sentido, generar una reforma que permita al presidente de la república, en este caso Nayib Bukele, nombrar al rector de la universidad, el cual tendrá un perfil o rango ministerial, y que esté, a su vez, atendiendo las directrices gubernamentales, nombre los demás cargos, así y solo así se logrará que el «alma mater» de una manera coordinada directamente por el Gobierno Central recupere su sitio de honor que en otros tiempos la caracterizó, evitando gastos superfluos, en pagos de dietas para reuniones de la Asamblea General Universitaria (AGU). Nótese los avances que tienen diferentes universidades del sector privado, no tienen ese tipo de gastos innecesarios y que fácilmente se puedan destinar para otras áreas de desarrollo de la universidad.
Creo firmemente que la UES recupere su verdadero rol de formadora de los nuevos profesionales de nuestro país, de que la proyección social, la docencia y la investigación sean reales en beneficio de nuestro país y que deje de ser el cementerio de elefantes, en la que la convirtieron los que fracasaron en sus ambiciones políticas y pretender seguir lactando de una manera desvergonzada.