El régimen de excepción ha demostrado ser una herramienta eficaz para combatir la delincuencia, sobre todo a las pandillas, esas organizaciones criminales que surgieron, se fortalecieron y fueron alentadas desde el Estado durante los gobiernos de ARENA y del FMLN.
El régimen de excepción ha servido para que la guerra contra las maras emprendidas por el Gobierno del presidente Nayib Bukele haya sido sumamente efectiva para controlar el crimen, lo que ha convertido a El Salvador en uno de los países más seguros del continente americano.
Gracias a las leyes aprobadas por la nueva Asamblea Legislativa —incluyendo el régimen de excepción, reformas y la aprobación del apoyo financiero para la modernización de la Fuerza Armada y de la Policía Nacional Civil—, los salvadoreños cuentan con un ambiente de seguridad, tranquilidad y paz como nunca en la historia.
Ahora ya no se arriesga la vida para salir a trabajar, ir a comprar a la tienda de la esquina o visitar a la familia que vive en otra colonia. Tampoco los ciudadanos honrados se preocupan por pagar la extorsión o porque sus hijas pueden ser abusadas solo porque a un criminal se le antoja.
Con esta nueva paz, más salvadoreños han salido a emprender, a montar negocios o a expandir los que ya tenían.
Eso no significa, sin embargo, que la tarea ha sido cumplida. Al contrario, todavía existen muchos pandilleros que se encuentran escondidos, como lo prueban las continuas y recientes detenciones realizadas por las autoridades, incluyendo delincuentes escondidos en campamentos ubicados en zonas rurales y remotas.
También han sido descubiertos mareros ocultos en las ciudades, cabecillas que han querido reactivar sus redes criminales, pero que —gracias a la denuncia ciudadana debido a la confianza en las fuerzas de seguridad pública y a las labores de inteligencia— han sido detenidos y sus planes neutralizados.
Por décadas, las pandillas tuvieron la oportunidad de organizarse y de llegar a tener una complejísima estructura, lo que hay que tener en cuenta para evitar que vuelvan a surgir. Por esa razón, no se puede bajar la guardia. El régimen de excepción debe mantenerse para tener la garantía de que la paz conquistada sea permanente.
El pueblo salvadoreño apoya de forma contundente el trabajo de las autoridades y por eso confía en el presidente Bukele, por quien votó abrumadoramente para que en un segundo mandato consolide la seguridad y afiance el desarrollo económico de la nación.