El año pasado fue de grandes cambios en la vida de muchas personas, en diferentes ámbitos de esta; algunas llegaron al final de sus carreras profesionales, o alcanzando la jubilación, un momento culmen en la carrera profesional de muchos salvadoreños en donde el legado a una vida de servicio y entrega llega a su fin para iniciar una nueva etapa en el retiro.
De mi padre aprendí que todo proceso difícil e inevitable es superable únicamente con la buena disposición a la aceptación y a la capacidad de adaptación a los cambios; de una de mis mejores amigas, la licenciada Cabezas, aprendí que una vida de trabajo, siendo un buen ciudadano, trae consigo la estabilidad y plenitud que estos momentos exigen a cada persona, siendo un proceso en el que únicamente de espectador logré apreciar los últimos días de las gloriosas carreras de grandes profesionales que no solo dejan un legado laboral tras sus décadas de trabajo, sino también una huella positiva en la vida de la gente que los conoció y seguirá laborando en el relevo generacional que se viene dando año con año, lo que al mismo tiempo nos llena de orgullo a los que seguimos de haber podido no solo conocerlos, sino también haber aprendido de ellos y decir que fuimos sus compañeros de trabajo y, por qué no, algunos transcendiendo a la amistad que nos mantiene unidos fuera del servicio.
Es así como ahora el tiempo de disfrutar, de estar siempre para sus familias, se convierte en un nuevo inicio donde plantearse nuevos escenarios, como hacer las cosas que nunca imaginaste, planificar un viaje, emprender un negocio, aprender a tocar un instrumento, a hablar un nuevo idioma, cualquier cosa es posible, ya que las limitaciones, al ser mentales, no manifiestan con certeza la grandeza del corazón de aquellos que, llevando una montaña de experiencia a sus espaldas, ahora brillan por alcanzar la gloria personal de sueños inconclusos y, por qué no, nuevas formas de soñar.