El tema obliga a responder esta pregunta: ¿de qué forma, ante la coyuntura presente, El Salvador pretende garantizar crecimiento sostenido para el desarrollo económico y social?
En el siglo XXI no podemos tener una economía anclada en el pasado. El desarrollo económico y social de un país es producto de las políticas que a ese respecto implementan sus gobiernos. Los modelos de desarrollo impuestos en el pasado son los que nos colocan en la actual coyuntura, en una situación precaria.
¿Cómo podemos juzgar los resultados de tales políticas en un período histórico perfectamente medible? Nos referimos mayormente a los años de bajo crecimiento y políticas equivocadas desde los Acuerdos de Paz, un período de 30 años que incluye la dolarización.
Es obvio que la coyuntura es dramática y exige un cambio transformador en todos los aspectos. Actitud mental incluida. Por esta deplorable condición debemos culpar a los gobiernos anteriores por sus políticas ineptas y la corrupción de sus partidos políticos. De ninguna manera podemos señalar a un sufrido pueblo, como algunas mentes feudales opinan, acusándolo de que nuestra pobre condición es por ser atrasados y no tecnificados. Opiniones clasistas que no podemos aceptar, una pobre justificación del fracaso por no mejorar el ingreso de la población en 30 años.
Reflexionemos conscientemente. Sabemos que este mismo individuo, colocado en condición de igualdad en un país industrializado, ya ha probado tener éxito.
Tomando en cuenta esta condición, el salario mínimo en Estados Unidos es de $15 por hora, obligado por una reciente tendencia inflacionaria. Puesto en perspectiva, representa un ingreso de $120 por día, y en término mensual, $3,600. Convertido a su vez en términos anuales son $43,200.
Considerando al salvadoreño de alto ingreso como es común en la industria de la construcción en Washington, Nueva York, Chicago, ese trabajo se remunera con aproximadamente $35 por hora. Lo que coloca su ingreso anual próximo a $100,000, lo que supera de largo el nivel de pobreza en Estados Unidos, que es de $25,000.
Todos conocemos que hay 3.5 millones de salvadoreños emigrantes entre Estados Unidos, Canadá, Australia, Italia, España, entre otros. Una parte de estos envían $6,800 millones en remesas, que representan el 24 % del PIB salvadoreño. El promedio de los que envían remesas es de $300, aproximadamente el 6 % de sus ingresos. Podríamos estimar que el ingreso total de los remeseros es más de cuatro veces el PIB salvadoreño.