Después de 30 años de la firma de los acuerdos entre la exguerrilla del FMLN y el primer Gobierno de ARENA, lo único que se cumplió fue la legalización del Frente como partido político, gracias a la amnistía que les permitió a sus cabecillas incorporarse a la vida pública sin tener que pagar por los asesinatos y otros crímenes de la guerra.
Tras repartirse el poder entre ARENA y sus otrora adversarios, una cosa quedó clara: la reparación y la justicia para las víctimas era una tarea que no tenía posibilidad. Se postergó una y otra vez el apoyo para los veteranos y excombatientes, los dos gobiernos destruyeron archivos cruciales que involucraban a sus mandos militares en delitos de lesa humanidad y la estructura económica que originó el conflicto armado se quedó sin ninguna alteración, es decir, se mantuvo la pobreza, la injusticia social y los más ricos conservaron todos sus privilegios a costa del beneficio de las mayorías.
Incluso, el objetivo de eliminar el derramamiento de sangre a causa de los combates es un logro bastante dudoso, porque si bien cesaron los enfrentamientos entre guerrilleros y soldados, los muertos continuaron debido a que los gobiernos de ARENA no hicieron nada para evitar el crecimiento de las pandillas. Es más, debido a las malas políticas estatales y la sistemática marginación, creció la simpatía hacia grupos de jóvenes deportados de Estados Unidos que terminaron por convertirse en poderosas mafias que segaron miles de vidas, más que en el conflicto armado.
ARENA y el FMLN pactaron con las pandillas, un fenómeno que ellos ayudaron a crear, para lograr apoyos electorales.
Han sido tres décadas en las que ARENA y el FMLN trabajaron solo en beneficio propio y se olvidaron del pueblo salvadoreño. Por esto cada vez son menos los ciudadanos que creen en esos dos partidos corruptos y no asisten a sus convocatorias porque saben que son marchas para reclamar por sus privilegios perdidos y por los corruptos procesados.
Las estructuras partidarias también se desencantan y por eso vemos a alcaldes, miembros de directivas municipales y líderes nacionales abandonando a ARENA y al FMLN, convencidos de que son partidos que van rumbo a la extinción.
La paz que necesita El Salvador está en las manos de cada uno de sus ciudadanos que ahora ha decidido encomendar al presidente Nayib Bukele la tarea de construir un mejor país en desarrollo, tranquilidad y prosperidad.
Hemos visto cómo el país se transforma y esperamos que los cambios se profundicen más en beneficio de la ciudadanía.