La organización de los ciudadanos en algunos países ha sido vital para el desarrollo de sus democracias. Sin duda, cuando el interés de las grandes mayorías los une para la búsqueda de una mejor sociedad, los resultados son indiscutibles. Principalmente cuando se soportan en las verdaderas causas de su existencia, de su credibilidad y prestigio.
Miles de organizaciones no gubernamentales aparecieron después de la Segunda Guerra Mundial con temáticas diversas. Y la historia nos demuestra que es en épocas de riqueza cuando han nacido nuevas ONG. El apoyo financiero de algunos países, así como de privados, ha sido vital para el sostenimiento de muchas en Latinoamérica, cuando el fin ha sido apoyar temas de impacto en la humanidad y de buenas obras. Al menos así era hace varios años.
Sin embargo, con la danza de millones de dólares o euros, el apoliticismo ha ido desapareciendo en varias organizaciones, y las relaciones o mezclas con la política se han fortalecido, mientras el énfasis en opciones éticas, en principios de justicia social elementales, se ha ido perdiendo velozmente.
En el caso de El Salvador, a finales de la década de los setenta ya existían 168 organizaciones inscritas en el Ministerio de Gobernación, aunque la relevancia era mínima. Y es a raíz del fin del conflicto armado —protagonizado por el Ejército dominado por los poderes fácticos de derecha y la guerrilla izquierdista— cuando aparecen nuevas ONG, supuestamente sin fines de lucro.
Durante los gobiernos de ARENA, la Fundación para el Desarrollo Económico y Social (Fusades), autodenominada «tanque de pensamiento», era publicita da por sus aportes a las políticas públicas. Sin embargo, simplemente era un brazo pensante del partido en el poder y que tuvo influencia en el nombramiento de funcionarios clave y en la promoción de privatizaciones desde Fredy Cristiani. Por cierto, ha sido denunciada en la Fiscalía por posible evasión de impuestos y sacar $50 millones a paraísos fiscales.
En 1992 fue presentada la Fundación Nacional para el Desarrollo (FUNDE), y de igual forma sus miembros recibieron miles de dólares de Casa Presidencial durante los mismos gobiernos de ARENA. La ONG que se agencia la lucha contra la corrupción y la falta de transparencia tiene como director ejecutivo a un descarado sobresueldo.
Ante la llegada del FMLN a la silla presidencial, los poderes fácticos empujaron a otro grupo para que ayudara a Fusades, FUNDE y la ANEP: Aliados por la Democracia, quienes comenzaron a trabajar con sus amigos de la Sala de lo Constitucional y lucharon por incidir en instituciones de segundo grado. Sin embargo, la mayoría de sus miembros eran de señas conocidas: empresarios, exmagistrados y exfuncionarios de ARENA. Más de lo mismo.
El giro más interesante se da en 2019, cuando nuevas ONG se unen a las antiguas, botan las ideologías para conformar un solo bloque con un interés en común: sostener a como dé lugar la lucha contra el Gobierno de Nayib Bukele, ante quien sus partidos políticos perdieron la campaña presidencial.
Para ocultar su verdadero propósito antelos salvadoreños y el mundo, se autonombraron «sociedad civil». ¿Es en serio que se la creen sociedad civil? ¡Por favor! El pueblo sabe muy bien que lo que están haciendo es meter las manos en el chorro de dinero que despilfarran empresarios oscuros, algunos «torogoces», organizaciones extranjeras con intereses perversos y otras que están siendo vilmente engañadas. Estas ONG están conformadas por sujetos que siempre han comido de los gobiernos, que fueron beneficiados con contratos gubernamentales, abogados del diablo y oportunistas.
La mayoría de las ONG en nuestro país tiene cero credibilidades, debido a que son conocidos sus fines maquiavélicos y ambición al dinero sucio. Protegen sus bolsillos y se dan baños de pureza como parte de su circo, que conociendo la voluntad del 97 % de los salvadoreños —la verdadera sociedad civil—, siguen en su batalla perdida como tontos útiles.