Excelentísima señora vicepresidenta Kamala Harris, los salvadoreños nos sentimos muy contentos y además expectantes con la decisión del presidente Biden de ponerla al frente de la gestión para tratar la problemática que enfrentan los países del Triángulo Norte, y puntualmente ante la descontrolada emigración irregular que se ha estado dando en los últimos años. Déjeme expresarle que los salvadoreños no queremos emigrar para aventurarnos a una travesía peligrosa e inhumana, a la voluntad y los malos tratos de coyotes que en la mayoría de los casos abandonan a las familias a la suerte de las mafias de grupos delincuenciales que se encuentran a lo largo del camino, donde las mujeres son violadas o desaparecidas, los niños abandonados y separados de los padres para extorsionarlos posteriormente; cuadros dantescos que revelan la cruda realidad de este drama humano que sufren los inmigrantes en el recorrido.
La interrogante es ¿por qué la gente conociendo los altos riesgos continúa emigrando de manera desesperada? ¿Por qué los gobiernos de la región no han sido capaces de retener a la población o simplemente la expulsan por la falta de oportunidades? Hay una verdad insoslayable que no se puede ocultar: este es el resultado de la compleja y bien orquestada corrupción que se ha enquistado en las altas esferas de las estructuras políticas de los últimos 30 años. Un sistema que no fue capaz de ofrecerle las oportunidades de progreso a su población, un sistema que no fue capaz de resolver el problema de inseguridad creando el monstruo de la violencia que más gente expulsaba a emigrar de forma desbordante. Un sistema que no fue capaz de atacar de manera frontal la pobreza extrema, lanzando a las familias a buscar su sustento diario y las opciones de subempleo en las calles, agregando a esto el escaso crecimiento económico y jóvenes que vieron frustradas sus aspiraciones de estudios medios y superiores, porque no se creó de forma organizada y ordenada un sistema de becas que les diera la oportunidad de formarlos de manera especializada tanto dentro del país como en el extranjero.
Todo esto creó el escenario o el caldo de cultivo para que miles de familias ante el alto clima de violencia y pobreza solo tuvieran la única opción de emigrar en busca de seguridad y oportunidades. Sin embargo, en los últimos dos años se ha estado construyendo un El Salvador diferente, con nuevos líderes políticos que le están apostando a atacar todas estas causas estructurales que obligan a la población a emigrar, atacando de manera frontal la inseguridad con el exitoso plan de control territorial que ha dado resultados extraordinarios en tan poco tiempo, reduciendo de manera significativa los índices de violencia, apostándole al crecimiento económico y apoyando e impulsando la micro, mediana y a grandes empresas.
Los salvadoreños nos hemos dado cuenta de que esta no es tarea de un Gobierno, que la responsabilidad para transformar el país la tenemos todos, atacando la inseguridad, la corrupción, promoviendo oportunidades para la población para que no tenga la necesidad de emigrar. Los salvadoreños somos gente de retos y desafíos, y sacar adelante al país debe ser nuestro mayor desafío.
Años atrás, a El Salvador lo conocían como el país de la sonrisa por su gente amable y laboriosa, después nos identificaban como el país de las pupusas, pero hoy somos el país de la esperanza. Nos vamos a sentir muy honrados y orgullosos de que usted visite nuestro país, el país más maravilloso de las Américas por tener el nombre del Salvador del Mundo.