Definitivamente, como una crónica anunciada, el éxito arrollador de un gane electoral completo se veía venir, previsto por encuestas nacionales e internacionales. No cabe la menor duda de que el excelente trabajo del presidente Bukele fue la mejor carta de campaña, la visión de un estadista que transformó la forma de hacer política, que pasó de la demagogia populista de las décadas anteriores a dar respuestas a las necesidades sentidas de la población a través de obras significativas de infraestructura, turismo, y más que todo la seguridad plena que es la que goza y valora toda una población.
El pueblo salvadoreño es un pueblo inteligente, se ha vuelto más pragmático, y respalda las acciones que benefician su bienestar, muy lejos están ya aquellas campañas prosélitas cargadas de demagogia que ofrecían sueños irrealizables que jamás se iban a concretar, que rayaban en la burla para la población necesitada. Hoy nos movemos en realidades que no se pueden soslayar ni pasar desapercibidas, en tal efecto se invita al periodismo a transformarse también, ya que algunos todavía están enquistados en esa masa de corrupción y de prebendas a costa de las necesidades del pueblo. Se debe proyectar un periodismo más asertivo, necesario en este nuevo quinquenio de gobernanza por parte del presidente, más profesional. Si bien hay que señalar y ser crítico ante las malas decisiones de país, o actuaciones de malos funcionarios, también hay que destacar lo bueno, todo aquello que la población respalda porque se siente favorecida. No se debe caer en la ideologización, o responder a intereses oscuros. Estamos frente a una población muy observadora e inteligente, que ya no se le engaña.
Después de toda esta euforia electoral solo nos toca unirnos, y cada quien, desde su trinchera, ya sea laboral, académica, científica o empresarial, a trabajar para impulsar el país que queremos, de la mano de un líder que gobierna bajo la dirección de Dios, que tiene claro el proyecto de país que necesitamos. Ante la decadente política mundial están surgiendo estadistas como Bukele, Trump y Milei, que están cambiando la forma de hacer política y están siendo ejemplos para el mundo con sus acertados liderazgos.
Es encomiable ver como la gente se lanzó a las urnas electorales para darle a su presidente la continuidad y la gobernanza con una asamblea mayoritaria, que le va a permitir continuar con proyectos emblemáticos de nación y nuevas propuestas que requieren del buen acompañamiento del Órgano Legislativo. Ese respaldo popular arrollador, tanto de la población interna como de la diáspora, es una carta de confianza que se le da al presidente, confirmando nuevamente que su pueblo está con él y lo va a acompañar en el nuevo quinquenio, apostándole siempre al desarrollo del país.
Tenemos motivos para celebrar, pero también hay que preparar las herramientas, los recursos y todo lo necesario para que esta nueva gobernabilidad nos siga dando los resultados satisfactorios, como en el ejercicio anterior. Esperamos que los organismos internacionales y la comunidad mundial vean y ratifiquen la democracia en El Salvador como una democracia ejemplar, que se den cuenta de que la política que se estableció después de la Segunda Guerra Mundial ya entró en decadencia, y que la época del militarismo y las dictaduras fracasadas ya son historia, que hoy están surgiendo nuevos liderazgos que gozan del apoyo incondicional de toda una población, dándole todas las herramientas necesarias para su gobernanza, y que los famosos pesos y contrapesos políticos de las falsas democracias solo sirvieron para atrasar el desarrollo de los países y sumirlos a una extrema pobreza.
No resta más que felicitar al presidente Bukele y a la bancada cian por su triunfo arrollador, y decirles que no van a gobernar solos, que hay todo un pueblo que apoyará y respaldará todas aquellas iniciativas que favorezcan el bienestar de las mayorías, especialmente a las más desposeídas.