Volver al escenario con su violín es lo más reconfortante para Néstor Efraín Rodríguez, de 62 años, un connacional que conquista al público extranjero con melodías salvadoreñas en la Orquesta Filarmónica de Sendai, Japón, desde hace 39 años.
Sus ensayos y prácticas se vieron afectadas por la pandemia de la COVID-19 de marzo a junio, que lo obligó a tocar desde casa y en línea para estudiantes de música en el departamento de Santa Ana, en El Salvador; pero en julio recobró la vida con su incorporación a los conciertos desde el escenario en la sección de violines primeros, esta vez, con mascarilla y respetando el distanciamiento, junto con la mitad de sus colegas de la orquesta, integrada por casi 80 miembros.
«Un instrumentista no puede descuidarse de la práctica. Dejar de practicar es bajar de nivel», aseguró a «Diario El Salvador».
El vicentino heredó el talento y la pasión de su padre y abuelo José Napoleón Rodríguez, referentes de la música nacional.
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Desde el otro lado del mundo, el único salvadoreño de la orquesta trata de transmitir la cultura latinoamericana que es desconocida en el país asiático, según comentó.
En 2015, durante una temporada de conciertos, Rodríguez propuso al director francés tocar este tipo de música latinoamericana y el escenario vibró con el poema sinfónico «El Jiboa», compuesto por su abuelo. Fue la primera obra sinfónica de origen salvadoreño que se tocó en Japón.
Rodríguez se ha presentado en giras con la orquesta en Suntory Hall, Orchard Hall, Tokyo Metropolitan, Osaka Symphony Hall, Kanazawa Bunka Hall, Sendai Hitachi Systems Hall y Tokyo Casals Hall, en Japón. Austria e Italia han sido otros de sus destinos artísticos.
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«Me siento afortunado y orgulloso de poder trabajar en lo que siempre me ha apasionado. Que el mundo sepa que El Salvador también tiene gente con talento, entusiasta y que sabe hacer las cosas bien», dijo.
Rodríguez también forma parte del cuarteto de cuerdas Hitosi Itakura, que lleva el nombre del maestro de la agrupación y quien toca la viola; además, se encuentra un chelista y el violinista salvadoreño. Se dedican a tocar música clásica y tradicional japonesa, incluso han grabado tres discos.
Para las nuevas generaciones en la música, el salvadoreño envió un mensaje: «No dejen de perseguir su sueño y tampoco de practicar, porque para un músico lo principal es practicar y tratar de transmitir con su instrumento lo que siente, pero para llegar a eso tiene que practicar».
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Rodríguez estudió el bachillerato en artes en la rama de música y con especialidad en violín, y cursó estudios en la Escuela Superior de Música del Centro Nacional de Artes (CENAR). Su primera presentación en el extranjero fue en Costa Rica, cuando aún era estudiante en 1979, pues calificó para una beca de la Organización de los Estados Americanos (OEA). En ese país perfeccionó su talento en instrumentos de cuerda.
Rodríguez fue miembro de la Orquesta Sinfónica de El Salvador, pero en 1989 tuvo que emigrar a Japón con su esposa, de esa procedencia, por el conflicto armado.