La guerra contra las pandillas emprendida por el presidente Nayib Bukele cuando asumió el poder ha logrado transformar a El Salvador de la capital del crimen al país más seguro del continente.
En un hecho sin precedentes en la historia reciente, un Gobierno se ha enfrentado de forma directa y frontal contra los grupos delincuenciales, esos con los que las administraciones anteriores —de ARENA y del FMLN— habían negociado la cantidad de homicidios a cambio de apoyo para las elecciones.
El presidente Bukele, en cambio, en lugar de buscar «treguas» o pactos manchados de sangre, declaró una guerra sin cuartel contra las maras a través del Plan Control Territorial, cuyo financiamiento fue saboteado por ARENA-FMLN y sus aliados en la vieja Asamblea Legislativa, en un intento para proteger a sus socios criminales.
La firme decisión del Gobierno del presidente Bukele logró sortear los obstáculos de la oposición. Una vez que el pueblo salvadoreño relegó a la irrelevancia a estos políticos, la nueva Asamblea Legislativa apoyó sin reparos el Plan Control Territorial y lo reforzó, a iniciativa del Ejecutivo, con el régimen de excepción, el cual da las herramientas legales para combatir de manera mucho más eficaz a las estructuras criminales.
Para llegar a este punto fue necesario que el Estado mismo se volcara en la guerra contra las pandillas. «Casi todos los Gobiernos del mundo son entre 10 y 1,000 veces más fuertes que todos sus criminales combinados. La razón por la que no acaban con el crimen es porque están coludidos con él o porque se benefician de él. Tú eliges el motivo», escribió el presidente el fin de semana en redes sociales.
Se trata, entonces, de voluntad política para que el Gobierno enfrente a las pandillas o a cualquier otro grupo criminal con todo el poder del Estado. En los países en donde esto no ocurre es porque sencillamente no hay decisión de combatir a los delincuentes, porque sí tienen los medios y los recursos no solo para enfrentarlos, sino que para destruirlos.
La historia nos ha demostrado que cuando hay verdadero interés para eliminar una amenaza, los Gobiernos no escatiman en aplicar las opciones más contundentes, aunque estas tengan algún mínimo efecto colateral adverso. El presidente Bukele declaró la guerra contra las pandillas y más de 71,000 integrantes y colaboradores de maras han sido enviados a prisión. Gracias a ello, millones de salvadoreños viven en paz, tranquilidad y un ambiente de seguridad que jamás conocieron.